Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

viernes, 9 de septiembre de 2011

Quesitos 2

Hace poco que tengo trato con un ángel. O al menos eso dicen de él. Es dulce y considerado, tiene unas majestuosas y gigantescas alas blancas, su trato es cortés, su filosofía, muy parecida a la mía. Pero me ha parecido ver de reojo, que por el reverso, las plumas de sus alas son negras. Negras como el azogue, como la noche, como la oscuridad. Negras como la traición, como cuando algo va mal, como la insidia, como la desidia, como el dolor, el vacío, el silencio, el hambre y las malas noticias... y me da un poco de miedo.

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Esta noche mientras dormías, mi amor, han venido a buscarme.
Estabas tan dormidita, mi amor, que no, no quise despertarte.

jueves, 8 de septiembre de 2011

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 Un día cualquiera en la vida de Santi, ha dado para bastantes cosas. Santi suele estirar los días como chicle para dejar todas las cosas arregladas: Menos lastre que arrastras al día siguiente, y así evitas que crezca la bola de nieve, y te invada el desánimo. De modo que hoy le ha cundido bastante: Aparte de sus 8 horas religiosas de trabajo, ha conseguido un teléfono móvil nuevo para su padre, interno en una residencia de la tercera edad, al que el viejo teléfono móvil se le ha caído al lavabo lleno de agua para su afeitado. También ha comprado varios productos de limpieza para la casa, y un nuevo palo para la fregona, que el otro día se le partió mientras fregaba el suelo de la cocina. Cada vez los hacen más malos. Ha limpiado toda la cocina y el salón, y mientras contempla satisfecho tanto brillo, descubre con fastidio que se le ha ido el santo al cielo, y que se va a pasar la hora de visitas en la residencia. Llama corriendo, pero la chica que le atiende le dice que se van ya, y que cierran las puertas, por lo que no va a poder atenderle nadie. Santi se lamenta por su error, y cuelga. Mira contrariado a la bolsa de plástico de la tienda Movistar, dentro de la cual aguarda impaciente el nuevo teléfono móvil, listo para ser usado, ya que como la tarjeta también se estropeó, le han hecho un duplicado y el teléfono está totalmente operativo. Lo siento chico, murmura, mientras mira de nuevo a la bolsa que descansa en su mesita de noche. Mañana será tu gran día. Santi no tiene ninguna intención de demorar más la entrega, ya que su padre está bastante impaciente. Enviar SMS a sus familiares es uno de sus entretenimientos favoritos para matar el tedio que le supone estar allí, controlado de todas sus dolencias, y echando de menos a su mujer, de la que enviudó hace unos meses.

Voy a pegarme un duchazo, exclama Santi, como si alguien le escuchara, aunque está solo en la casa, mientras se desnuda. Se pegará esa ducha y luego bien relajado, a la cama, para madrugar un poco más mañana. y que le dé tiempo a todo. Así que Santi disfruta de esas duchas de 15 minutos largos, con el agua, al final, a una temperatura que difícilmente hubiera aguantado inicialmente, y tras sentarse 5 minutos al ordenador mientras se seca, y leer varios emails, se acuesta sin más. No le cuesta mucho conciliar el sueño: él es un hombre sano, y no tiene remordimientos. En su filosofía de la vida entra una premisa muy importante, que es la de hacer las cosas como debe ser, de modo que, con la satisfacción del deber cumplido, Santi tarda, como suele decirse ahora, cero coma en quedarse profundamente dormido.

Tres horas después se despierta sobresaltado por el sonido de una música que no reconoce inicialmente. Está en ese estado de aturdimiento que te producen el no haber salido aún del profundo sueño, y el sobresalto a partes iguales. A veces le pasa que su vecino de arriba monta una fiesta en casa cuando en mitad de la noche llega con sus amigotes borrachos, y Santi no es capaz ni de ponerse en pie de lo cansado y dormido que está, para golpear el techo con el palo de la escoba, o algún otro clásico recurso de protesta. Pero Santi va recobrando poco a poco la percepción y empieza a identificar esa musiquita como una melodía de móvil, pero no el suyo, que siempre tiene en la mesita de noche para que le sirva de despertador.

¡Joder! ¡el móvil de papá!

Santi no había caído en el detalle de que el móvil está encendido, de modo que alguien podría llamar a su padre. ¡Coño! exclama mientras a tientas mete la mano en la bolsa, sin acertar a pensar que no son horas para que nadie llame a nadie, y extrae la caja, que abre rápidamente para ver quién llama. El móvil sigue haciendo sonar la interminable melodía y vibrando. mientras Santi lo extrae de su embalaje de plástico y trata de ver quién diantres está llamando (ahora sí) a estas horas de la noche. Realmente no lo tiene muy claro, porque le cuesta recién despierto fijar la vista en algo tan pequeño, el astigmatismo mezclado con la presbicia es lo que tiene, pero le parece reconocer un número de móvil que lo deja totalmente desconcertado.

¡Joder! ¡el móvil de mamá!

Santi abre corriendo la tapa del teléfono y contesta: ¿Diga?

¿Y tu padre?

Esa voz, esa voz es como un sable que atraviesa su corazón de parte a parte en mitad de la noche, en una mezcla de dolor y gozo infinitos.

¿Mamá?

¡Santi! ¿Cómo estás hijo? ¿Qué haces tú con el móvil de tu padre?

No me lo puedo creer, mamá, ¿de verdad eres tú?

Sí. Me preguntaba qué andabais haciendo.

Te echamos mucho de menos mamá. Todos. Te hemos llorado mucho ¿sabes?

Ya lo sé hijo. Os veo, ¿sabes? ¿O es que te crees que era a tu padre a quien quería llamar? Ya sabía yo que el móvil hoy lo tenías tú...

Mamá no sé que decirte. Me gustaría hablar tantas cosas contigo. ¿Me has llamado porque sabes que quería decirte una vez más que te quiero? Todos te queremos mucho mamá...

Qué va hijo, te he llamado porque ayer cometiste un crimen con las lentejas.... te pasaste con el comino, por Dios hijo, cómo se nota desde que no me llamas para pedirme consejo. A ver si pones más ojo.

Sí mamá, te lo prometo.

No llores hijo. Estoy bien. De verdad. Todo lo que me quisieras decir, ya lo sé de sobra.

¿Sí, mamá? ¿De verdad?

Te estoy llamando después de muerta a las 3 de la mañana al móvil de tu padre: ¿tú qué crees? Tengo que colgar ya mismo hijo, las conferencias desde aquí salen por un riñón, esto no se puede hacer todos los días.

Sí, ya me imagino. ¿Quieres que les diga algo a papá y a los demás?

Tú ya lo sabes de sobra, hijo. Cuidate. Cuidaos todos


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Toda persona de buen corazón que recibe un daño, tiene todo el derecho del mundo a la reparación. Esto está dedicado a dos grandes amigos a los que quiero mucho: rayajo y Glaukilla. Espero no meter la pata. Un abrazo. OKM



domingo, 4 de septiembre de 2011

Pedro y Martita (primera parte)

Carmen se levantó de un humor regular esta mañana. Gran parte de la noche no pudo dormir, acosada por esas dichosas molestias, a pesar de las cuales no se termina de decidir a ir al médico. El estrés, el agobio de vida que lleva, la van disuadiendo día a día de ir. Ya buscaré un hueco, piensa ella, así que, de momento, sigue aguantando esas fastidiosas noches, que cada vez se le hacen más penosas.

Mientras se tomaba su cafetito mañanero escuchó las noticias en un viejo transistor que heredó de su difunta madre, gran aficionada a escuchar la radio, y ahora se ha dirigido a su dormitorio, transistor en mano, con intención de empezar por allí esa limpieza a fondo que suele llevar a cabo todos los sábados por la mañana. Primero, deposita con cuidado, casi veneración, el transistor sobre su mesita de noche, de cuya superficie recoge sus pendientes, quitados con cansancio infinito la noche anterior, y un anillo que suele llevar en el anular de la mano izquierda, y los deposita en el joyero de su tocador. Durante unos segundos contempla su demacrado aspecto en el gran espejo del tocador, donde acostumbraba, en los buenos tiempos, a sentarse durante un rato a peinarse y ponerse guapa, mientras su ex-marido, desde la cama, la observaba con deseo, y le dedicaba piropos. "qué hecha polvo estoy para mis 38" piensa para sus adentros, o tal vez lo llega a pronunciar en voz bajita, no hay testigos en la habitación que confirmen una cosa ni la otra. Sólo ella.

Así que, sola está en su dormitorio, terminando de hacer la cama, cuando ese dolorcillo que la viene molestando los últimos tiempos, le sobreviene de pronto de una forma mucho más aguda y violenta. Carmen trata de recobrar la serenidad, pero el dolor puede con sus fuerzas. Medio segundo después está intentando mantenerse de pie a duras penas, mientras el dolor ya es tan insoportable que le hace perder la coordinación, para terminar cayendo desvanecida sobre la cama a medio hacer. Acaba de morir. Ella ni lo sospechaba, pero acaba de tener un infarto de miocardio que la ha fulminado. Ahora Carmen está tirada en una postura poco habitual, con la cabeza sobre la cama, pero de rodillas sobre el suelo, conservando aun entre los dedos de su mano derecha la esquina de la sábana, a la que estos se aferraron desesperadamente en el momento del terrible dolor.

Media hora después, la puerta del dormitorio se abre, y una niña de 5 años, tras unos segundos de vacilación ante la extraña escena, se acerca temerosa a la cama.

¿Mami?