Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

sábado, 11 de diciembre de 2010

Paseo eterno por la tangente


Elastica - 2:1










Había pasado ya mucho tiempo desde el día en que Fermín entró por primera vez en la casa de Eva. Lo que al principio era una sincera amistad, con el tiempo habia desembocado en confianza, para más tarde derivar en una relación, y finalmente degenerar en exceso de confianza. Eva le había abierto su corazón y él, a cambio, la había vejado, insultado, menospreciado. La noche en que él le dijo cosas tan horribles que ni aquí se pueden mencionar, Eva echó el cierre para siempre jamás. Y aunque dicen que el perdón existe, aunque yo no lo he visto, y que el arrepentimiento existe, aunque yo, no es que no lo haya visto, es que lo he visto y en realidad es otra cosa que se llama conveniencia, a Fermín le dio por rondar día tras día la casa de Eva, sintiendo ese arrepentimiento, esperando ese perdón, sin darse cuenta de que para él aquella casa ya no tenía puertas, sólo ventanas. Ventanas a las que ella se asomaba de vez en cuando para brindarle una palabra amable, pero nada más. Frases que no llevaban a nada concreto, con las que trataba de ser educada sin implicarse. Fermín desconocía esto. No era consciente de que cuando un tornillo se pasa de rosca, ya nunca más vuelve a servir para nada. De que jamás volvería a entrar en aquella casa que un día había sido también la suya, y que ahora permanecia cerrada a cal y canto, tanto que ya ni recordaba su aspecto, ni si seguirían las cosas, los muebles, los cuadros, colocados en el mismo sitio que entonces, o las paredes pintadas del mismo color...

Niño escritor, yo comparto tu teoría sobre la invasión del espacio. El problema no es cuando compartes el espacio. El problema es cuando te lo invaden, te lo usurpan, cuando pretenden adueñarse de ti. Y contra la invasión, el destierro es la herrameinta más eficaz.