Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

viernes, 18 de junio de 2010

The 7th stranger


Casi puedo verte, ahí, sentado delante de tu ordenador. No ha llamado, ¿verdad? Pero eso ya lo sabías tú. El sms era lo menos que podía hacer. Mira amor, mañana estaré muy lejos, porque tengo unos ineludibles compromisos, pero te prometo que en este momento estoy sentada en mi taller ajustándome las alas para ir esta noche a darte un beso en la sien.

Tendrá que ser cuando estés dormido, porque tú ya sabes que tú y yo no nos podremos ver nunca, pero te juro que esta noche mis alas te arroparán, y mañana te despertarás contando un hermoso sueño que has tenido. Apúntalo en una libreta que dejarás en tu mesita de noche, para que no se te olvide. Quiero leer eso.

Es necesario encender esas velas, que quemen el oxígeno a su alrededor y difundan el perfume que huele igual que tu alma. Es necesario alzar una llama y ondearla en el viento para que todos la vean. Es necesario que me asome a la azotea de mi casa, y antes de emprender el vuelo, grite con todas mis fuerzas, emita un grito desgarrador que lo oiga todo el mundo. Todo el mundo.

¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!

Mi corazón tiene una misión más que cumplir, y creí que jamás tendría la oportunidad de decir esto, porque es algo que me hace sentirme viva de nuevo, después de tantos, tantos años. Después de todo este tiempo, lo he comprendido. Hay niños que no deberían sufrir, hay mujeres que no deberían llorar, hay sensibilidades que no habría que herir. Y esa es mi misión. Hoy me erijo oficialmente en abanderada de las almas torturadas, atormentadas, heridas, de muerte o no, ahogadas, pisoteadas.

Y voy a empezar por la tuya. Cambiaré mi nombre esta noche, y lo miraré todo por primera vez desde los ojos de un extraño, a cambio de que tú me prometas que no dejarás de perseguir los arcoiris.

No cierres esta noche, la ventana de tu dormitorio. Nadie nunca había puesto en mis manos un tesoro tan preciado. Te debo la vida. Tú dices que esta canción es un himno. Pues esta noche es para tí. En serio. Hacía tiempo que una canción no me emocionaba hasta hacerme llorar, así que he robado los derechos de autor para tí, solo por esta noche, es tuya.
Feliz cumpleaños. Me hiciste prometer que no lo soltaría, pero no lo va a leer nadie.

domingo, 13 de junio de 2010

sábado, 12 de junio de 2010

Chochotriste

Volví a verte esta mañana, cargada con mis maletas, tú con tu autosuficiencia, saliendo del recinto, con la mirada siempre muy altiva, tanto que ni siquiera me viste, querida chochotriste

Sabes que nunca me has caido bien: eras tan guay tú, tan alta, tan rubia, tan guapa, tan buena que estabas, tan todo, tú, que no tenías el menor reparo en reirte de los que te admiraban. Tenías ese toque mágico, pero qué pronto lo perdiste, infame chochotriste

Tú sigues siendo perfecta, estupenda, maravillosa. Es evidente que hace tiempo que no te miras a un espejo. Vendes tu honra a cualquiera, a cambio de un puñado de palabras bonitas, que a su vez desprecias, a condición de que sea siempre la persona equivocada. Ni sabes quien te desnuda, ni siquiera quién te viste, indolente chochotriste

El tiempo ha pasado y nos ha puesto a todas en nuestro sitio. A mí con mi solitaria pena. A tí con tu miseria, en tu mundo inconsistente de mentiras , chascarrillos y baratijas. Sigue en tu torre de marfil, donde no te faltará el idiota que te adule, el pusilánime canario enjaulado que mate tu aburrimiento con su canto, a cambio de un rato de charla, una vana esperanza, y un puñado de alpiste, abúlica chochotriste.

Eres patética.

sábado, 5 de junio de 2010

El fin

En un rincón oscuro, cogidos de la mano. Hay que ver, donde nos vemos. Creimos que esto no ocurriría, pero al final, aquí está. No éramos inmunes. Amenazaron y cumplieron. Y al final lanzaron la maldita bomba. Y aquí estamos en esta mierda de refugio construido con unas viejas maderas, que no nos va a servir para nada más que agonizar en un agujero. Todo está invadido de una densa niebla de olor repugnante, y ya no puedo verte. Instintivamente me aferro a tu mano, y tú aprietas la mía. De pronto me doy cuenta de que no tengo miedo a morir, pero sí me invade un terror indescriptible a que algo me separe de ti, mi amor. Tanto que nos costó llegar a nuestros pequeños puertos, y unos malditos bastardos han tenido que decidir por nosotros. Apenas puedo respirar, pero abro la boca para decir: "te quiero". Tú no contestas. Necesito sentir que sigues ahí. Me tumbo y recuesto mi cabeza sobre tu regazo. Y repito mentalmente: "te quiero... te quiero... te quiero..."

jueves, 3 de junio de 2010

El sueño raro

Hoy he estado investigando una de las recomendaciones musicales de rayajo, y he encontrado esta pequeña maravilla



Estoy en mi ventana, de nuevo contemplando a Roxanne. Me estoy empezando a quedar dormida, apoyada sobre el alféizar de la ventana, y por tanto ignoro que todo lo que va a pasar a continución es un sueño. Lo sabré cuando me despierte. Pero por ahora no. Para mi asombro, Roxanne me ha hecho señas. Con un gesto inequívoco de su mano me ha dicho: ven, para desaparecer de la ventana inmediatamente. Me quedo unos segundos pensativa, hipnotizada por el leve vaivén de las cortinas de su ventana. Y de repente caigo en la cuenta: ¡me ha dicho que vaya!

Cojo corriendo el bolso y las llaves y salgo a la calle. Allí, plantada delante de su portal, está Roxanne, mirándome fijamente. Es más alta de lo que yo había imaginado. Cruzo la calle, no sin antes mirar a ambos lados, qué tontería, si por esta calle apenas pasan coches, y me acerco a ella. Me mira fijamente a los ojos y me pregunta: ¿Cómo sabes que me llamo Roxanne? Estoy atónita. Sin darme apenas tiempo a pensar una respuesta, me dice: es igual, sígueme, y comienza a caminar. Es raro, pero nunca me había dado cuenta de que al doblar la esquina de mi calle se acaba la ciudad. Es decir, no se acaba, pero ahora sí. Es muy raro. Pero ahí voy yo, siguiendo a Roxanne por medio de un sembrado. Mientras caminamos, me fijo en su vestido de tirantes, de color crudo y estampado con margaritas. Lleva unas merceditas y calcetines de crochet. Qué raro, medito. Yo no me la había imaginado así. Pero cómo me la iba a imaginar si hasta ahora nunca había visto más que su cara en la ventana.

Hemos salido del sembrado y entrado en una zona boscosa. Hay cientos de árboles cuya existencia yo desconocía. Estoy por pregunatrle qué lugar es este, pero inexplicablemente, hace rato que he optado por seguirla en completo silencio. Poco después salimos a una zona más despejada , hasta llegar a la boca de un tunel. Y allí, dentro del tunel, hay un tren. Es curioso, porque no había visto ninguna vía hasta llegar allí dentro, pero ahora, al mirar hacia afuera, me doy cuenta de que sí que la hay. O tal vez la acaben de poner. El tren no es un tren de los de ahora, sino una vieja locomotora, de esas de vapor, parada en medio de unos railes inexistentes de nuevo, pero con el motor en marcha. Como si llevara allí toda la vida esperando no sé bien qué. La hierba está muy crecida alrededor de sus oxidadas ruedas. La máquina de vapor humea incesantemente. Roxanne se vuelve hacia mí y me dice: Ya hemos llegado.

¿A dónde? pregunto yo.

Roxanne me responde: No sé. Dímelo tú.

Estoy dando vueltas, buscando el modo de llegar a casa. Pero no sé si seré capaz a estas alturas de desandar todos los pasos dados. De pronto caigo en la cuenta de que Roxanne ha desaparecido. Ni siquiera recordaba qué hacía aquí, ni que había venido siguiéndola a este tunel que ya no es un túnel, porque ahora estoy en una iglesia. Las abuelas, arrodilladas en los reclinatorios, rezan frases sin sentido y alimentan su fe encendiendo velas que embalsaman con cera todas las heridas que el tiempo y la vida les han causado. Lo importante es que ellas creen, aunque no tengan ni idea de lo que están diciendo. Hay veces que no entiendo ciertas cosas. Pero también a veces me gustaría ser capaz de creer en algo. Una cosa es sentirse sola, pero otra muy diferente, sentirse vacía.

De pronto pienso que solo soy un pedazo de basura cósmica que cayó aquí por simple casualidad. Que da igual si soy una princesa o una mendiga. Noble o villana. Ladrona o policía. Guapa o fea. Hija única o madre frustrada. Igual que Roxanne, que de nuevo me mira fijamente a los ojos, y me dice: Bueno, qué, ¿vamos?

Abro los ojos: las cortinas ondean.

miércoles, 2 de junio de 2010

Tu arte


Los delincuentes - Caminito del almendro







Me gustó el arte con el que me quitarste el vestido anoche. Me ha gustado el arte con el que has desaparecido en mitad de la madrugada, que ni me he enterado. Esta mañana me he levantado con esta canción en la cabeza. Porque yo soy del sur, y aquí hay mucho arte.