Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

domingo, 31 de octubre de 2010

La horma de mi zapato

Mi hermano está decididamente loco de remate. O eso, o completamente desesperado. Uno de los dos ha de ser el motivo por el que se le ha ocurrido dejarme al cuidado de mi sobrina todo el fin de semana. Como yo paso olímpicamente de explicaciones y de todo el mundo, empezando por la mayoría de mi propia familia, le he dicho: no me expliques nada. Tengo el fin de semana libre, así que traela.

Vale, genial, si supiera donde vives.

Tienes razón, quedamos en el minero a la 1


Y aquí está, escudriñando todo. ¡Se parece un montón a mí, la hija de su madre! Empiezo a creerme esto de la herencia genética.

¿Por qué tienes una casa tan grande, tita Sara?

Pues no sé, Susana. Me imagino que por el mismo motivo que tú traes esa maleta tan grande para dos días. Tu padre es un desastre.

Susana se encoge de hombros y hace un mohín de indiferencia. Luego vuelve a sus "investigaciones".

"Limbonic art" ¿Esta es la música que te gusta? dice con un CD en las manos.

Estoy segura de que a ti no te gustará. ¿Quieres que pongamos música? Buscamos en internet lo que quieras, tengo el ordenador conectado a un equipo de sonido.

Vale, ponme la de Alejandro

¿Alejandro?

Sí, tita, la de la Lady Gaga.

¿¿Lady Gaga?? Quién es esa

¿No sabes quién es lady Gaga, tita?

Poniendo tan solo la palabra "alejandro" en youtube, es el primer resultado que sale: una especie de madonna a lo siglo XXI

Mi sobrina salta y canta: alejandroooooo, alejandroooooo, mientras yo mascullo entre dientes: con los huevoooooos colgandoooooo

¿Que cantas tita?

No, nada, nada. Y no me digas tita. Dime solo, Sara.

Vale tita.

anda ven, que tengo algo para tí, le digo

Sí, sí, siiiiii, grita mientras da saltitos y palmaditas a la vez.

Como mi hermano me había llamado temprano, tuve tiempo de pasarme a comprar un par de bagatelas con que entretenerla. Así que se me ocurrió comprar una caja con multitud de abalorios para hacer collares. A Susana se le hacen los ojos chiribitas cuando lo ve. Me quita la caja de las manos y la hace jirones en cuestión de segundos. Pronto tenemos hechos 3 collares de muchos colores y 2 bonitas pulseras. Qué bien tita, así te las podrás poner para ir a trabajar.

La verdad es que estoy asombrada de mí misma. Realmente no tenía ni idea de en qué se puede gastar el tiempo con una mocosa de 5 años. Ahora descubro que no es tan lela como yo me imaginaba.

Tita, tu casa no es tan rara como yo me imaginaba

¿Ah no? ¿Y cómo te la imaginabas?

Mi papá dice que eres una tía rara, una especie de meiga. ¿Qué es una meiga, tita?

Míralo que fino, una meiga. Recuérdame que despelleje a tu papá cuando lo vea. Y no me digas tita.

Sí tita, pero qué es una meiga. No has contestado a mi pregunta.

Una meiga es una bruja

Por eso, yo creía que tendrías fantasmas y muebles viejos, y telarañas y esas cosas, como en jalogüin. ¡Y calabazas!

Pues no cariño, ya ves que no. Mi casa es muy normal.

Sí, menos mal, porque si no me daría miedo quedarme aquí. Pero no. Eres muy guay, y muy guapa. Te pereces a mi papá

Sí, en las tetas (mascullo entre dientes)

¿Que dices tita?

Que no me llames tita.

Vale, como tú quieras, tita.

Agh. ¿Quieres merendar?

¡Vale!

¿Qué te apetece merendar? Tengo fruta, manzanas, plátanos... tengo yogures, flanes y bizcocho y magdalenas

Magdalenas, magdalenas, tita, y un colacao

Venga.

Mientras Susana tontea con la merienda, yo devoro unas 10 magdalenas y me tomo un café. Ella exclama: Tita, no quiero más... Yo no le hago caso y le pregunto: ¿Vas ya al colegio?

Si tita, tengo una mochila de hello kitty.

Esto ya no me pilla desprevenida, Esa jodida gata es más vieja que yo.

Qué bien, le digo distraidamente mientras me enciendo un cigarrillo. Nena, me voy a la ventana a fumarme un cigarro, termínate la magdalena, ¿eh?

Sí tita.

5 segundos después se acerca y me dice: ya está.

Aquí hay gato encerrado: no ha tenido tiempo material de comerse la magdalena, así que directamente me acerco al cubo de la basura, y allí está la magdalena.

Le digo: no teda vergüenza? esto no se hace

Susana rompe a llorar.

Ven aquí, le digo, y la siento en mis rodillas. Después de buscar una frase original sin éxito recurro al tradicional: mira nena, nosotros tenemos mucha suerte de tener qué comer, pero hay gente en el mundo que no tiene, y pasan hambre. La comida es muy importante para nosotros, y no la podemos desperdiciar, así que quiero que me prometas que nunca más vas a tirar comida a la basura.

Susana me mira fijamente a los ojos en completo silencio.

¿Lo has entendido?

Susana me mira fijamente.

Oh señor, esta niña tiene la misma forma de ser que yo. ¡Estoy perdida! pienso mientras aparento frialdad absoluta.

Mira Susana. Es muy importante esto de lo que te hablo, y quiero una respuesta. Así que mejor te vas a tu cuarto a reflexionar sobre ello y dentro de un rato hablamos

La llevo a un dormitorio infantil que nunca fue estrenado. ¡Haaaala qué chulería de cama!, grita Parece un castillo!

Déjate de rollos que estoy enfadada contigo. Cuando tengas algo que decirme, vienes. Salgo de la habitación y me voy al salón, me sirvo una copa de mi vino favorito y me siento en mi sofá favorito a escuchar mi música favorita.

Lullaby by The Cure on Grooveshark

Aproximadamente 2 horas después, aparece por la puerta sigilosamente, se acerca, y se tumba a mi lado.

Qué escuchas tita? es bonito...

The cure. La canción se titula: lullaby, que en inglés quiere decir, canción de cuna.

Te lo prometo tita, nunca más volveré a tirar comida a la basura.


Después de cinco minutos acariciandole el pelo le contesto: no me llames tita

Susana no contesta. Hace 4 minutos y medio que duerme profundamente.

jueves, 21 de octubre de 2010

Diálogo entre la vida y la muerte


Vida: ¿Pero qué has hecho? ¡Desgraciada! ¿Cómo se te ocurre?

Muerte: ¿Hecho el qué? ¿Acabar con ese sufrimiento antes de que se convirtiera en traumático?

Vida: Bonita manera de llamarlo. Eres malvada, no tienes justificación.

Muerte: Mira, niña, estoy un poco harta de tu arrogancia, de tu papel de buena. De mi papel de mala. Todo el mundo sabe que tarde o temprano ha de pasar por mis manos. Y yo me dedico a lo que sé. A aquello para lo que fui asignada a mi puesto. A llevarme a la gente que no tiene que seguir aquí.

Vida: Pero en este caso te has llevado a una persona buena.

Muerte: En este caso me he llevado a una persona que sufría. Me he llevado a una persona que quiso que, llegado el caso, viniera rápido a por ella. Un accidente de tráfico me lo puedes discutir, aunque hay algunos que se lo iban buscando, pero esto... ¿Cómo te atreves a llamarme malvada? Yo me apiado de las personas a las que no espera más que un sufrimiento infinito, que tú y tus secuaces os empeñais en prolongar cruelmente. ¿Es que te crees, que yo no lloro a veces cuando tengo que hacer mi trabajo?

(Lo siento tanto... No soporto verte triste)

lunes, 4 de octubre de 2010

El jardín de Ingrid



Fue hace un par de años cuando Ingrid advirtió por primera vez que la casa de la calle contigua, por la que pasaba todos los días cuatro veces, dos de ida y dos de vuelta, esa casa que tanto le gustaba, empezaba a dar signos de abandono. Tiempo atrás le gustaba sorprender a las mujeres del barrio extasiadas ante sus arriates, exclamando: "¡Qué preciosidad!" ante la contemplación de sus espectaculares rosales. Pero en aquella ocasión los mismos rosales empezaban a marchitarse, el caminito que conducía a la casa se llenó de malas hierbas, y las cartas empezaron a amontonarse en el escalón de granito que hacía de escolta a la desvencijjada cancela de hierro que la anciana dueña de la casa pintaba a brocha con paciencia, todas las primaveras, de un color gris metalizado que le daba cierta prestancia, aunque también un aire a lo viejo, en desuso, que la hacía meditar: "Es curioso. Esta mujer se pasa dos tardes enteras pintando esta verja para que en realidad a la gente más joven nos siga pareciendo igual de antigua y pasada de moda."

Ingrid preguntó a los vecinos de al lado, y éstos le explicaron que la mujer había muerto hacía cosa de dos meses: "Una tarde vino una ambulancia y se la llevó", le contestó un señor de unos 50 años en el quicio de la puerta, mientras se fumaba una aromática pipa. "Mi señora se ofreció a acompañarla en la ambulancia, y así fue. Pero cuando llegaron al hospital aparecieron por allí dos de sus hijos. le dieron las gracias a mi mujer por acompañarla y le dijeron que ya se hacían cargo ellos, ¿no es así, Gertrudis? Siiiiiii", se escuchó a una voz femenina contestar desde el fondo de la casa. "Gracias señor", contestó Ingrid, y se marchó.

Ingrid se dijo que aquello era demasiado bonito para dejarlo morir sin más, así que se propuso mantenerlo vivo, en la medida de sus posibilidades. Una tarde se acercó por allí con unas tijeras de podar y se entretuvo en podar los rosales y arrancar las malas hierbas. Como allí no había agua, inventó un sistema para llevar dos garrafas en su bicicleta, una a cada lado, como si fueran dos alforjas, y con el agua que llevó en ellas en los días siguientes, regaba las plantas. Pronto las flores recuperaron su color y su esplendor. La madreselva comenzó a brotar con mil flores blancas, y las brácteas de la buganvilla empezaron a invadir la tapia con su intenso color rosado, y posteriormente a superarla.

Pasó el tiempo y llegó la primavera, y el jardín era un auténtico vergel. Era curioso contemplar a Ingrid, delante de la casa, sentada en una vieja butaca de playa leyendo un libro a la sombra de una acacia, o hablándoles a las bignonias mientras don Ignacio, pipa en ristre, la observaba deleitado desde su balcón. Por aquel entonces ya doña Gertrudis le había prestado a Ingrid una manguera conectada al grifo de su propio jardín para que pudiera regar más cómodamente las plantas, y no tuviera que traer las pesadas garrafas desde su casa.

Pasó el tiempo y llegó el verano. El jardín resplandecía de verdor, de frescor y de cantos de pájaros que anidaban en las ramas de sus árboles. Doña Gertrudis un día invitó a Ingrid a cenar con ellos en su terraza. Este amable matrimonio tenía montado un cenador precioso, con una pérgola de la que colgaban miles, millones de racimos de flores lilas de una gigantesca wisteria que nacía en el jardín contiguo y trepaba por la fachada de doña Gertrudis y don Ignacio. "No sabes, niña, -le dijo doña Gertrudis a Ingrid- Lo que se disfruta este jardin por las noches, cuando tú te marchas. Ya era hora de que lo disfrutaras con nosotros una noche". Don Ignacio le dijo a Ingrid: "Hija, los hijos de la señora Prudencia van a poner la casa en venta, ¿Por qué no se la compras?"

Ingrid respondió: "No me parece una buena idea. Adoro este jardín, pero si fuera mío, no sería lo mismo". Tras tres segundos de silencio, y bajo la sorprendida mirada de don Ignacio y doña Gertrudis, Ingrid sonrió y desmintió: "que es bromaaaa. Ya me gustaría, pero no tengo un duro". Aquella noche hablaron, cantaron, rieron y brindaron hasta que los grillos, aburridos, se marcharon a dormir.

Y pasó el tiempo, y llegó el hijo de la señora Prudencia con un comprador. El comprador compró la casa, y poco después hizo solar todo el jardín y construir una piscina, y entregó los antiguamente preciosos metros de jardín a un feo y mal encarado perro guardián que ladraba a todo el que pasaba por delante de la casa, incluida Ingrid.

Gracias, Jorge, por tu valiosa información sobre plantas