Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

domingo, 4 de diciembre de 2011

Cinco motivos para llorar



Papa Dont Preach by Madonna on Grooveshark


Lamento si este post resulta prosaico para todos aquellos que esperan su dosis de misterio y jeroglífico, pero hoy no me voy a andar por las ramas: Sí, estoy embarazada.

Es posible que a alguien le extrañe mi llanto ante esta noticia tan asombrosa a la par que hermosa, puesto que el embarazo, a pesar de ser inesperado, no es un embarazo no deseado... estos son mis cinco motivos.

......................................

El primero.


Siempre me han dado miedo los ascensores. Viajaba en uno de ellos de niña, cuando éste se descolgó en caída libre a lo largo de 30 interminables centímetros... sí, sí, reíos, pero deberíais probar la sensación de que el suelo se hunda bajo vuestros pies repentinamente un equivalente a entre la tercera parte y la mitad de vuestra estatura. Desde entonces siempre me subo cuando es imprescindible, presa de una indescriptible aprehensión, y cuando digo indescriptible, es que renuncio a intentar describirla. Para colmo de males, un buen día, en un edificio de bastantes plantas, al pulsar el piso -yo iba al 9º- por error pulsé el botón de la columna de al lado (el 19º y último) así que al llegar al 9º comprobé con horror que el ascensor me había secuestrado y no paraba. Conforme éste se fue acercando al ático me invadió la terrible sensación de que el ascensor no tenía la más mínima intención de parar, y que irremediablemente atravesaría la cubierta del edificio para catapultarse al infinito conmigo dentro. Me imaginé perdiendo la sensación de gravedad, precipitada al vacío en un vuelo imparable y sin control que inexorablemente acabaría en un hostión contra el suelo del que no saldría viva. Me tapé los ojos aterrorizada, gritando, me meé encima, y cuando el ascensor paró, por fin, en la decimonovena planta, salí como una exhalación al vestíbulo, donde 5 personas observaron atónitas cómo la chica supuestamente autora de ese alarido de ultratumba que subió hasta sus oídos por el hueco del ascensor, salía con la mirada desencajada y la cara llena de mocos y lágrimas, y aterrizaba vomitando en la primera maceta que encontró a a su paso.

El otro día, con el predictor en la mano, me sentí prácticamente igual. Sentí que había traspasado las fronteras de mis posibilidades, y me invadió un pánico atroz a no ser capaz de afrontarlo, no saber qué teta darle primero, no saber qué hacer cuando tenga fiebre, un pánico atroz a cagarla...


El segundo.

No soporto el trato directo con la gente si no es elegido por mí: no puedo soportar la idea de que todos los gilipollas que me rodean se acerquen a darme sus parabienes y felicitaciones. Especialmente el hijo de puta de su abuelo. Esto es algo tan personal... No quiero que se me acerquen, y lo harán. No sé si estoy preparada para eso. No sé..., no sé si los mandaré a todos a la puñetera mierda. No quiero ser el puto centro de atención.


El tercero.

No olvido el calvario pasado en mi infancia, adolescencia, y parte de mi vida adulta. He tenido verdaderos problemas a causa de mi carácter, y de ciertos pequeños seres de color negro que durante mucho tiempo habitaron en mi loca cabecita. No quiero que ellos vuelvan, y aunque me han garantizado que eso no ocurrirá, tengo miedo a que aparezcan de improviso y me pillen con mi bebé en brazos.


El cuarto.

No me creo que esto pueda ser verdad. No me veo con una barriga del quince. Siento que no merezco esto, que alguien se ha equivocado de puerta al entregar el paquete. En cualquier momento sonará el timbre y llegará el de SEUR a decirme, perdone, señora, me equivoqué, esto no es para usted.

El quinto.

Hay tantas personas con las que me hubiera gustado compartir esto, y no están. Ya no puede ser. Me gustaría tenerlos a todos ahora mismo, palpando mi vientre en busca de una incipiente señal de vida en mi barriga aún plana.





Susana lo sabe todo. Ahora sale todos los días del cole y se abraza a mí, y me dice: ¿a ver, mami, a ver? (hace tiempo que Susana me llama mami) y se pasa un rato escuchando, con su oreja pegada a mi barriga, mientras yo conduzco hacia casa. Ese es un motivo para sonreir, aunque eso ya es parte de otra historia.



Esto es bueno para nosotras, mi niña. Esto es bueno.
Acaricia mi vientre, acerca tu oido, disfruta y créetelo.
Porque esto es bueno para nosotras, es bueno, mi niña
y sobre todo, es para nosotras.



En tus ojos hay tantas miradas, tantas...



Hay un sexto motivo, el más importante, pero no me siento con fuerzas para contarlo. Aunque en su día ya hablé de ello.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

preggie

Mujer De Arena by María José Hernández on Grooveshark

Aquí estoy, contemplando mi cuerpo desnudo frente al espejo. Y no puedo parar de llorar.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

forlorn

Llanto de Pasion by El Ultimo de la Fila on Grooveshark

Hoy me ha dado de nuevo por pasear por aquellos jardines que tú sabes... después de tanto tiempo. He visto los nidos donde antaño hubo pájaros que trinaban, los bancos donde nos sentábamos a charlar, cubiertos ahora de polvo, mugre y olvido. En mi mente han resonado los ecos de nuestras risas, llantos, confesiones, confidencias, chistes, abrazos, palmadas en la espalda, aplausos, explosiones de júbilo, felicitaciones. Y no había avanzado más que unos pocos pasos cuando ya me ha invadido una inmensa tristeza. Creía, tonta de mí, que iba a ser más fuerte, pero que va: he llorado como una Magdalena. Y no he podido seguir contemplando tanta desolación. Y cuando me he dado la vuelta y he salido huyendo de allí, mis pies me han llevado corriendo a tu puerta. Y al girar el picaporte he descubierto que estaba cerrada. Y ahora estoy desolada.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Pedro y Martita, Capítulo 4




Pedro, tengo hambre.

Vamos a la cocina y hacemos algo de desayunar, pero frío, ¿eh? que ya sabes que mamá siempre nos dice que no toquemos el fuego. La tita ha dicho que no nos movamos de aquí, y que ahora nos llama.

Quiero tostadas.

Bueno vale, la tostadora sí la podemos usar. Saca el pan de molde del cajón anda.

Martita abre el cajón del pan y de pronto adopta un gesto compungido: ¿Mamá no se va a despertar nunca, Pedro? ¡Yo quiero que vuelva! dice entre sollozos.

No, Martita. Creo que no. ¿Quieres mermelada? Pedro ha asumido ya su papel de hombre de la casa, y se encuentra en ese extraño estado de shock en el que eres todo responsabilidad y valentía, aunque puedas contar aun los años que tienes con los dedos de las manos.

No, sólo mantequilla.


Tomás está reunido, como de costumbre, con el consejo, que le llaman ellos jocosamente. En su empresa, una vez cada dos semanas hay una reunión donde se analizan los objetivos propuestos y se contrastan con los logrados. Cada uno tiene la oportunidad de exponer cuáles son las dificultades y problemas con los que se ha encontrado para desempeñar su función, a la vez que se plantean sugerencias de mejora. Estas reuniones, para no entorpecer la marcha normal de la estresante tarea, se producen en sábado. No es demasiado gravoso perder una mañana de sábado de cada dos para mejorar las cosas en tu trabajo, especialmente si un 20% de la empresa es tuyo, y te duele, como se suele decir. Carmen no opinaba lo mismo, y echaba de menos a Tomás en esas interminables mañanas de sábado, en las que básicamente se aburría con los niños en casa, sobre todo si hacía buen tiempo y éste invitaba a salir. Porque a Carmen esto de tirar sola de dos niños siempre le vino grande, y la realidad es que no se atrevía a salir sola con ellos a la aventura, era muy miedosa, cagona, como le solía decir Tomás. Tomás es un hombre con mucho más desparpajo, brillante, divertido, lo que se suele decir un crack de las relaciones sociales.

En plena reunión, la puerta se abre y aparece Ingrid: Tomás, tu hermana al teléfono. Dice que es importante.

Dile que ahora la llamo.

Vale, contesta Ingrid mientras se marcha, dejando la puerta cerrada tras de sí.

10 segundos después la puerta se vuelve a abrir, y aparece Ingrid blandiendo un teléfono inalámbrico en la mano: Perdonad. Tomás: dice tu hermana quetepongashostias!

Tomás se levanta y coge el teléfono que le tiende Ingrid.

Dime Evita

Nadie escucha lo que Eva le cuenta a Tomás desde el otro lado de la línea, pero viendo la expresión de su rostro, a nadie le extraña cuando Tomás sólo contesta: ¡joder! ¡voy corriendo!, y suelta el teléfono encima de la mesa. Tengo que irme, perdonad.

¿Qué pasa Tomás?

Carmen, los niños, exclama Tomás sin ser capaz de hilar una frase, mientras sale corriendo por la puerta.


Mientras, en la cocina, Pedro y Martita se están comiendo unas tostadas, de mantequilla ella, de mantequilla y mermelada él, acompañadas con unos buenos tazones de colacao que Pedro ha preparado en el microondas.

A ver si consigo, con mis insustanciales tonterías, que os escuchéis entero el concierto nº 2 para piano de Rachmaninov.

sábado, 29 de octubre de 2011

Diario de una madre postiza Susana. Capítulo VIII






Duerme mi sol. La vida te ha tratado como el culo, pero al final te ha dejado en mis manos. Llevo 7 malditos capítulos hablando de ti, de tu llegada a mi casa, de la muerte de tu padre, de lo que has despertado en este negro corazón, y de pronto me doy cuenta, de que no paro de hablar como una cotorra del modo en que eso me afecta a mí, y no a ti.


Jodida puta egoista, tengo tanto que aprender...

A partir de hoy, prometo entregarme a ti por completo, meterme en tus pensamientos, y hacerte la vida más fácil. Es injusto que me quieras de ese modo tan incondicional si yo no me hago acreedora de tu amor. Así que duerme, mi sol. La vida te ha tratado como el culo, pero al final te ha dejado en mis manos, afortunadamente, y acepto humildemente mi ministerio, y no pienso defraudar.

Hoy he llorado por primera vez leyendo algo que no es mío

miércoles, 26 de octubre de 2011

La mala noticia


Esto no va a resultar fácil. No existe modo, en realidad, de afrontar semejante trance impertérrita.

He de hacerlo, así que más me vale empezar, y por tanto acabar, cuanto antes. Observo a mi tía, con los ojos clavados en mí, mientras mi padre espera ansioso a que abra la boca, y le suelte lo que ya se está imaginando. Rezo para mis adentros y comienzo a hablar:

Adivino que ya te harás una idea de que si hoy estoy aquí a estas horas en un día laborable, es porque te traigo malas noticias. Buenas, no van a ser, desde luego...

Uff, qué difícil, suspiro: Esta mañana mamá tuvo una crisis coronaria severa. No quiero que te atormentes, le pilló durmiendo, un infarto... inmediatamente vinieron los médicos, pero su estado era muy grave y no pudieron hacer nada por reanimarla. Así que he venido corriendo, porque no quería que te fueras a enterar por cualquiera que te pudiera llamar. Me mataría que eso hubiera ocurrido sin tener siquiera la oportunidad de decírtelo yo misma. Arturo se ha encargado de todo y ya hemos gestionado el tema del entierro. Recoges tus cosas y nos vamos, ¿vale?

Isabel, mi tía, nos observa en completo silencio mientras da gracias a Dios por poner fin al terrible ardor de estómago que le ha costado mantener durante dos larguísimas horas a su hermano José ignorante de todo mientras yo quemaba las ruedas de mi coche a toda velocidad para llegar a tiempo de ser la única y exclusiva portadora de la mala noticia. Papá, haciendo gala de una entereza que no piensa perder delante de su hija, se levanta, me pone una mano en el hombro y me dice: me lo imaginaba, era de esperar, hija, y luego se aleja lentamente por el pasillo hacia su habitación, mientras, ya de espaldas a mí y su hermana, deja que las lágrimas empiecen a inundar sus ojos. Invadida por el estado de shock y una extraña euforia, no me doy cuenta, tonta de mí, de que es eso exactamente lo que está ocurriendo, y le observo impasible alejarse por el pasillo. Luego recojo mi bolso, las llaves del coche y el paquete de tabaco, le doy un beso a mi tía Isabel mientras le digo que me voy a traer el coche a la puerta y que ahora subiré a por las maletas.

¡Idiota!, no valgo para dar malas noticias.

martes, 18 de octubre de 2011

Pedro y Martita, capítulo 3




¡¡Pedro, despiértate!!  Mamá está muy rara, me da mucho miedo.

Pedro se frota los ojos en una mezcla de aturdimiento e incredulidad. ¿Qué dices Martita? Estará durmiendo.

¡¡Que nooo, que está tumbada en el suelo y con los ojos abiertos, pero no dice nada!!

Pedro salta de la cama y corre hacia el dormitorio de Carmen: ¡¡Mamaa, mamaaa!!

Cuando Martita llega a la puerta del dormitorio, Pedro está zarandeando a Carmen y gritando: ¡mamá! ¡mamá! ¡¡Contéstame!! Pronto, al ver que los ojos abiertos e inexpresivos de su madre no varían, y que ésta no responde a sus zarandeos, inerte como un muñeco, la suelta repentinamente y retrocede presa del terror, mientras rompe a llorar. Martita ve a Pedro llorar y rompe a llorar también, y comienza a emitir agudos gritos, mientras Pedro sale corriendo de la habitación gritando: "¡¡mamá está muerta!! ¡¡mamá está muerta!!"

Martita sale corriendo detrás de él, aterrorizada: Pedroooo, no me dejes sola!! ¿¿¡¡qué le pasa a mamá!!??

Martita entra al dormitorio de Pedro, y le encuentra acurrucado debajo de la mesa.

¿Qué le pasa a mamá? ¿Por qué no contesta?

Está muerta, Martita

¿Cómo que está muerta?

Sí, tonta, se ha ido al cielo

No puede ser, Pedro, si está ahí, no se ha ido.

Martita, que te digo que está muerta. El cuerpo no se va al cielo, lo he estudiado en clase de religión.

Que no, que yo no quiero. Quiero que se despierte mamá.

Déjame en paz Martita. Te digo que mamá se ha muerto.

Eres idiota, mamá no puede morirse. Tiene que cuidar de nosotros. Ya verás como se despierta y vendrá a hacernos el desayuno. Martita sale corriendo y se encierra en su habitación: Pedro la oye llorar a lo lejos.

20 minutos después, Pedro está sentado en el escritorio de su cuarto haciendo un puzzle. Martita aparece en la puerta, y le llama con voz lastimera.

Pedro le contesta: ¿qué quieres?

Martita le responde sollozando, de modo que casi no se le entiende: Me quedé dormida en mi cuarto, y ahora me he despertado pensando que mamá ya se habría despertado, pero en la cocina no hay nada preparado. A mí me da miedo ir a su cuarto, ¿vienes conmigo?

Pedro deja la pieza que tenía en la mano sobre la mesa y se vuelve: Eso esperaba yo, Martita, pero no viene.

Pedro y Martita se encaminan al dormitorio dando pasos sigilosos, como si temieran tropezarse con un animal feroz. Allí, tirada medio en el suelo, medio en la cama, sigue Carmen. Los niños se abrazan y empiezan a llorar.

Han pasado 40 minutos desde que Martita descubriera a Carmen muerta sobre su cama. Sus dos hijos, Pedro, de 8 años, y Martita, de 5, están sentados en estado de shock en la mesa de la cocina.

Mamá me dijo que si un día pasaba algo, uno de los botones de colores  del teléfono servía para llamar a las emergencias. Pero no me acuerdo cual.

Pues dale a todos, contesta Martita

Pedro se queda mirando al aparato: Domo 2 inalámbrico. Hay tres botones de colores, rojo, verde y azul. A Pedro le parece que el rojo es un color malo, no en vano es el color de los semáforos que indica que no pasen, el color de las señales que advierten del peligro, y la leyenda "112" sobre el botón no le dice nada especial. El verde tiene un símbolo de una letra i dentro de un círculo que no se figura lo que puede significar. El azul tiene encima una leyenda que reza: 1004. Pedro lo pulsa, e inmediatamente el aparato de teléfono entra en modo manos libres y empieza a marcar los 4 dígitos. Tras unos tonos de llamada, alguien contesta al otro lado de la linea:

Movistar, buenos días, le atiende $·%$&&4#~€#  $·%3tines, ¿en qué puedo atenderle?

Pedro habla: Mi mamá se ha muerto, necesitamos ayuda.

¿Disculpe? ¿Cómo dice? Responde la voz sudamericana al otro lado de la línea.

Que mi mamá se ha muerto, necesitamos un médico.

Perdone, no le entiendo. ¿Puede desirme su nombre para dirigirme a usted?

Yo me llamo Pedro. ¿Me puedes mandar un médico?

Perdon, señor Pedro, esto es atensión comersial de Movistar. Aquí no le podemos enviar un médico.

Pero mi mamá se ha muerto, y estamos mi hermana y yo solos en casa, tenemos miedo y mi mamá no se despierta.

Disculpeme señor pero yo no puedo ayudarle.

Mi mamá me dijo que si alguna vez pasaba algo pulsara este botón.

No sé de lo que me habla señor, disculpeme que consulte.

La operadora de comercial de Movistar recuperará la llamada 30 segundos después para comprobar que Pedro ha colgado.

Estos botones son una mierda. No sirven para llamar a las emergencias.

Pues dale a todos, vuelve a contestarle Martita.

Pedro empieza a experimentar con todos los botones hasta que al pulsar uno que pone RLL, aparece en pantalla el último número marcado, 1004. Pedro recuerda de pronto que así usaba su madre el teléfono para buscar los números a los que había llamado anteriormente, y empieza a darle a un botón que le hace navegar por la lista de llamadas. 3 Pulsaciones después, aparece en pantalla algo que hace suspirar de alivio a Pedro: "Tita Eva Cádiz"

Eva, hermana de Tomás, ex marido de Carmen conservaba una buena relación con su cuñada,  y mantenía el contacto con ella a través de frecuentes llamadas de teléfono, ya que Carmen vivía en Madrid . Estaba convencida de que Carmen y su hermano Tomás algún día se reconciliarían. Evidentemente se equivocaba. Esta mañana de sábado, Eva está tomándose un café con leche calentito en su balcón, cuando escucha sonar su teléfono, y en la pantalla distingue el número de su cuñada de Madrid. Enlazando sus dos orejas con una amplia sonrisa, Eva descuelga el teléfono y contesta: Dime Carmen, cielo.

Al otro lado del auricular, décimas de segundo después, reconoce la voz sollozante de su sobrino Pedro.

martes, 4 de octubre de 2011

Elegía (Pedro y Martita, capítulo II)


Ya está. Se acabó. Tus sueños, tus ilusiones, todos esos planes que quedaban en un rincón de tu cabeza, reposan ya sobre tus sábanas a medio poner. Sobre esas sábanas que, a pesar de los muchos lavados con suavizante mimosín, aún, para ti, seguían oliendo a él. Casi puedo sentir ese aroma a Le male, ahora que tus fantasías van escapando por tu oido derecho y evaporándose en el aire de tu habitación, mientras tu pequeña contempla indecisa, turbada y asustada, tu cadáver inerte sobre la cama.

No vino ese hombre que esperabas, ese que todos decían que un día aparecería para que con él rehicieras tu vida. ¿Quién es el culpable? !Ay, querida!, pregunta sin respuesta.

No vino ese trabajo que te iba a permitir salir de esa vida tan ajetreada, que te iba a dar las tardes libres para dedicarselas a tus niños, a tus aficiones.

No vino esa lotería, no vino ese cupón de la ONCE que te iba a rescatar de las eternas trampas, y permitirte comprarte ese par de trapitos con los que vestirte delante del espejo, sentirte sexy una vez más, y decirte lo guapa que estás.

¡Ay Carmen!, ¿Quién te va a llorar ahora?. ¿Quién cumplirá tus sueños? ¿Quien te dejará flores en tu tumba cada aniversario, quién te olvidará primero, quién, quién ,eso digo yo, joder QUIÉN? ¿quién va a regar tus plantas, dar de comer al gato, y recoger el correo del buzón, ahora que tú ya no estás? ¡Ay, querida! Preguntas sin respuesta.

La triste realidad es que te has ido a tomar por culo,  que ya la vida te ha tachado de su nómina, aunque un puñado de seres queridos se empeñen a partir de ahora en guardar tu memoria, ya no tienes sitio en este lugar. La vida continúa para otros. Y la respuesta, se llama Martita.

Martita sale corriendo de la habitación mientras grita asustada: "Pedrooooo, pedroooo"

viernes, 9 de septiembre de 2011

Quesitos 2

Hace poco que tengo trato con un ángel. O al menos eso dicen de él. Es dulce y considerado, tiene unas majestuosas y gigantescas alas blancas, su trato es cortés, su filosofía, muy parecida a la mía. Pero me ha parecido ver de reojo, que por el reverso, las plumas de sus alas son negras. Negras como el azogue, como la noche, como la oscuridad. Negras como la traición, como cuando algo va mal, como la insidia, como la desidia, como el dolor, el vacío, el silencio, el hambre y las malas noticias... y me da un poco de miedo.

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Esta noche mientras dormías, mi amor, han venido a buscarme.
Estabas tan dormidita, mi amor, que no, no quise despertarte.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Contact

 Un día cualquiera en la vida de Santi, ha dado para bastantes cosas. Santi suele estirar los días como chicle para dejar todas las cosas arregladas: Menos lastre que arrastras al día siguiente, y así evitas que crezca la bola de nieve, y te invada el desánimo. De modo que hoy le ha cundido bastante: Aparte de sus 8 horas religiosas de trabajo, ha conseguido un teléfono móvil nuevo para su padre, interno en una residencia de la tercera edad, al que el viejo teléfono móvil se le ha caído al lavabo lleno de agua para su afeitado. También ha comprado varios productos de limpieza para la casa, y un nuevo palo para la fregona, que el otro día se le partió mientras fregaba el suelo de la cocina. Cada vez los hacen más malos. Ha limpiado toda la cocina y el salón, y mientras contempla satisfecho tanto brillo, descubre con fastidio que se le ha ido el santo al cielo, y que se va a pasar la hora de visitas en la residencia. Llama corriendo, pero la chica que le atiende le dice que se van ya, y que cierran las puertas, por lo que no va a poder atenderle nadie. Santi se lamenta por su error, y cuelga. Mira contrariado a la bolsa de plástico de la tienda Movistar, dentro de la cual aguarda impaciente el nuevo teléfono móvil, listo para ser usado, ya que como la tarjeta también se estropeó, le han hecho un duplicado y el teléfono está totalmente operativo. Lo siento chico, murmura, mientras mira de nuevo a la bolsa que descansa en su mesita de noche. Mañana será tu gran día. Santi no tiene ninguna intención de demorar más la entrega, ya que su padre está bastante impaciente. Enviar SMS a sus familiares es uno de sus entretenimientos favoritos para matar el tedio que le supone estar allí, controlado de todas sus dolencias, y echando de menos a su mujer, de la que enviudó hace unos meses.

Voy a pegarme un duchazo, exclama Santi, como si alguien le escuchara, aunque está solo en la casa, mientras se desnuda. Se pegará esa ducha y luego bien relajado, a la cama, para madrugar un poco más mañana. y que le dé tiempo a todo. Así que Santi disfruta de esas duchas de 15 minutos largos, con el agua, al final, a una temperatura que difícilmente hubiera aguantado inicialmente, y tras sentarse 5 minutos al ordenador mientras se seca, y leer varios emails, se acuesta sin más. No le cuesta mucho conciliar el sueño: él es un hombre sano, y no tiene remordimientos. En su filosofía de la vida entra una premisa muy importante, que es la de hacer las cosas como debe ser, de modo que, con la satisfacción del deber cumplido, Santi tarda, como suele decirse ahora, cero coma en quedarse profundamente dormido.

Tres horas después se despierta sobresaltado por el sonido de una música que no reconoce inicialmente. Está en ese estado de aturdimiento que te producen el no haber salido aún del profundo sueño, y el sobresalto a partes iguales. A veces le pasa que su vecino de arriba monta una fiesta en casa cuando en mitad de la noche llega con sus amigotes borrachos, y Santi no es capaz ni de ponerse en pie de lo cansado y dormido que está, para golpear el techo con el palo de la escoba, o algún otro clásico recurso de protesta. Pero Santi va recobrando poco a poco la percepción y empieza a identificar esa musiquita como una melodía de móvil, pero no el suyo, que siempre tiene en la mesita de noche para que le sirva de despertador.

¡Joder! ¡el móvil de papá!

Santi no había caído en el detalle de que el móvil está encendido, de modo que alguien podría llamar a su padre. ¡Coño! exclama mientras a tientas mete la mano en la bolsa, sin acertar a pensar que no son horas para que nadie llame a nadie, y extrae la caja, que abre rápidamente para ver quién llama. El móvil sigue haciendo sonar la interminable melodía y vibrando. mientras Santi lo extrae de su embalaje de plástico y trata de ver quién diantres está llamando (ahora sí) a estas horas de la noche. Realmente no lo tiene muy claro, porque le cuesta recién despierto fijar la vista en algo tan pequeño, el astigmatismo mezclado con la presbicia es lo que tiene, pero le parece reconocer un número de móvil que lo deja totalmente desconcertado.

¡Joder! ¡el móvil de mamá!

Santi abre corriendo la tapa del teléfono y contesta: ¿Diga?

¿Y tu padre?

Esa voz, esa voz es como un sable que atraviesa su corazón de parte a parte en mitad de la noche, en una mezcla de dolor y gozo infinitos.

¿Mamá?

¡Santi! ¿Cómo estás hijo? ¿Qué haces tú con el móvil de tu padre?

No me lo puedo creer, mamá, ¿de verdad eres tú?

Sí. Me preguntaba qué andabais haciendo.

Te echamos mucho de menos mamá. Todos. Te hemos llorado mucho ¿sabes?

Ya lo sé hijo. Os veo, ¿sabes? ¿O es que te crees que era a tu padre a quien quería llamar? Ya sabía yo que el móvil hoy lo tenías tú...

Mamá no sé que decirte. Me gustaría hablar tantas cosas contigo. ¿Me has llamado porque sabes que quería decirte una vez más que te quiero? Todos te queremos mucho mamá...

Qué va hijo, te he llamado porque ayer cometiste un crimen con las lentejas.... te pasaste con el comino, por Dios hijo, cómo se nota desde que no me llamas para pedirme consejo. A ver si pones más ojo.

Sí mamá, te lo prometo.

No llores hijo. Estoy bien. De verdad. Todo lo que me quisieras decir, ya lo sé de sobra.

¿Sí, mamá? ¿De verdad?

Te estoy llamando después de muerta a las 3 de la mañana al móvil de tu padre: ¿tú qué crees? Tengo que colgar ya mismo hijo, las conferencias desde aquí salen por un riñón, esto no se puede hacer todos los días.

Sí, ya me imagino. ¿Quieres que les diga algo a papá y a los demás?

Tú ya lo sabes de sobra, hijo. Cuidate. Cuidaos todos


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Toda persona de buen corazón que recibe un daño, tiene todo el derecho del mundo a la reparación. Esto está dedicado a dos grandes amigos a los que quiero mucho: rayajo y Glaukilla. Espero no meter la pata. Un abrazo. OKM



domingo, 4 de septiembre de 2011

Pedro y Martita (primera parte)

Carmen se levantó de un humor regular esta mañana. Gran parte de la noche no pudo dormir, acosada por esas dichosas molestias, a pesar de las cuales no se termina de decidir a ir al médico. El estrés, el agobio de vida que lleva, la van disuadiendo día a día de ir. Ya buscaré un hueco, piensa ella, así que, de momento, sigue aguantando esas fastidiosas noches, que cada vez se le hacen más penosas.

Mientras se tomaba su cafetito mañanero escuchó las noticias en un viejo transistor que heredó de su difunta madre, gran aficionada a escuchar la radio, y ahora se ha dirigido a su dormitorio, transistor en mano, con intención de empezar por allí esa limpieza a fondo que suele llevar a cabo todos los sábados por la mañana. Primero, deposita con cuidado, casi veneración, el transistor sobre su mesita de noche, de cuya superficie recoge sus pendientes, quitados con cansancio infinito la noche anterior, y un anillo que suele llevar en el anular de la mano izquierda, y los deposita en el joyero de su tocador. Durante unos segundos contempla su demacrado aspecto en el gran espejo del tocador, donde acostumbraba, en los buenos tiempos, a sentarse durante un rato a peinarse y ponerse guapa, mientras su ex-marido, desde la cama, la observaba con deseo, y le dedicaba piropos. "qué hecha polvo estoy para mis 38" piensa para sus adentros, o tal vez lo llega a pronunciar en voz bajita, no hay testigos en la habitación que confirmen una cosa ni la otra. Sólo ella.

Así que, sola está en su dormitorio, terminando de hacer la cama, cuando ese dolorcillo que la viene molestando los últimos tiempos, le sobreviene de pronto de una forma mucho más aguda y violenta. Carmen trata de recobrar la serenidad, pero el dolor puede con sus fuerzas. Medio segundo después está intentando mantenerse de pie a duras penas, mientras el dolor ya es tan insoportable que le hace perder la coordinación, para terminar cayendo desvanecida sobre la cama a medio hacer. Acaba de morir. Ella ni lo sospechaba, pero acaba de tener un infarto de miocardio que la ha fulminado. Ahora Carmen está tirada en una postura poco habitual, con la cabeza sobre la cama, pero de rodillas sobre el suelo, conservando aun entre los dedos de su mano derecha la esquina de la sábana, a la que estos se aferraron desesperadamente en el momento del terrible dolor.

Media hora después, la puerta del dormitorio se abre, y una niña de 5 años, tras unos segundos de vacilación ante la extraña escena, se acerca temerosa a la cama.

¿Mami?

lunes, 29 de agosto de 2011

29 de agosto



Si estuvieras aquí hoy, volvería a bailar contigo ese tema inmortal de los pink floyd

Si estuvieras aquí hoy, te abrazaría y te lo perdonaría todo. Y tu hija también.

Si estuvieras aquí hoy, te diría cuánto te quiero, y lo agradecida que te estaré siempre por haber sido la mejor madre del mundo.

Si estuvieras aquí hoy... te besaría hasta borrarte la cara, por esa foto, por tus mil detalles, por hacerme sentir tan importante.


Dedicado con cariño a todas las personas que he perdido en los últimos años, que son demasiadas, y a una muy especial a la que no me gustaría perder.

domingo, 21 de agosto de 2011

El curioso encuentro de Fabián



Fabián está ordenando sus utensilios de trabajo tras una sesión, la última del día, de acupuntura. Hace ya tiempo que a Fabián todas su enseñanzas de la facultad le sirvieron para aprender que no todo es lo que parece, especialmente cuando es el establishment el que anda detrás de "lo que parece". Después de dar muchos tumbos de hospital en hospital, Fabián ha terminado montando su propia consulta de todo aquello que se ha dado en llamar "alternativo".

Suena el timbre, y Fabián se pregunta quién podrá ser, ya que no tenía programada ninguna cita más. Mientras duda sobre si su última paciente se habrá dejado el bolso o el móvil en alguna parte de su despacho, se acerca a la entrada, y de un modo prácticamente automático abre la puerta. Y allí está ella. No puede ser, pero sí, es ella.

¿Bueno, no me vas a invitar a pasar? Esperaba un recibimiento más efusivo.

Fabián, atónito, le hace un gesto para que entre mientras intenta salir de su asombro: Amy Winehouse en persona se ha presentado en su consulta.

Pe.. perdóname, pero, a ver: ¿tú no estabas... ehmm... tú no estabas muerta?

Y lo estoy, corazón. Una cosa no quita la otra. Pero te mereces un buen recuerdo de mí. Y por eso estoy aquí.

Comprendo. Bueno, no, no lo comprendo, pero en cualquier caso, me siento halagado. Pasa por favor, y siéntate.

¿Tienes algo para beber? ¡estoy seca!

Fabián la mira.

Ah! No, no te preocupes, no quiero alcohol. Ya me he quitado de eso. La muerte es lo que tiene. Se lleva por delante todos tus vicios, a la par que tu cuerpo.

Creo que tengo un par de coca-colas.

Servirán, cariño. Amy se sitúa de espaldas a la camilla de Fabián, apoya las palmas de las manos en la superficie, y con la fuerza de sus triceps se eleva hasta quedar sentada sobre la camilla, con los pies colgando, adoptando seguidamente ese aire interesante y distraído que la caracterizaba en sus fotos promocionales. Está examinando los títulos de Fabián, enmarcados y colgados de la pared, mientras éste entra por la puerta con dos latas fresquitas de coca-cola zero.

Me han dicho que eres bueno con las agujas. Si me quitas un dolorcito que tengo en las cervicales, te canto una canción, para ti solito.

Lo puedo intentar, Amy, pero no te prometo nada.

Amy se desnuda de cintura para arriba y se tumba boca abajo en la camilla, mientras Fabián trata de no dejarse arrastrar por el torrente de emociones que le provoca que Amy Winehouse se haya presentado en su consulta después de muerta, sobria y hablando en español, y le acabe de enseñar las tetas sin inmutarse.

¿Por qué? Le pregunta Fabián sin más aclaraciones, mientras le va clavando agujas en la espalda.

Ella, que ya sabe el resto de la pregunta, le responde con voz relajada: ya sabes, nene, lo normal, no hay nada de misterio en ello. Me dejé llevar. La vida era tan apasionante con todo eso... Me hicieron creer que era una reina, que era maravillosa, que era inmortal. Para cuando descubrí que no lo era, ya era demasiado tarde. Entonces la vida se había convertido en algo de lo que huir, aunque, créeme, no es eso lo que pasó. No me suicidé, qué va. Sencillamente, hacía tiempo que había perdido el control, ya no sabía lo que hacía, muchas veces no era capaz de recordar lo que había hecho diez minutos antes.

¿Pero por qué no intentaste salir? Pudiste haber luchado. Todos intentaron rehabilitarte.

Amy ríe desenfadadamente y contesta: y yo les dije, No!, no! noooo! ja, jajaja, ja! Las adicciones son eso, cariño, adicciones. Amas aquello que te está matando. Es triste, pero es así. Mira los millones de personas que aun fuman. ¿No es patético?

Sí, contesta Fabián, tienes razón.

Una hora después, Amy y Fabián están sentados en el sofá. No sabe cómo, pero esa guitarra que prestó hace siglos a un amigo y que éste nunca le devolvió, está de nuevo entre sus manos, y él, con la sola ayuda de éstas, está desgranando arpegios que nunca tuvo la destreza suficiente para tocar, mientras Amy canta para él.






(Con imaginación, todo es posible - Si consigo que esta noche sueñes con ella, me sentiré la bloguera más feliz del universo)

sábado, 20 de agosto de 2011

Quesitos



Los quesitos son ese invento de El Caserío que permite que te puedas meter una pequeña porción en la boca y disfrutarla durante un breve instante. A menudo me pasa que no se me ocurren grandes cosas que escribir, sólo pensamientos fugaces, flashes, vivencias propias o ajenas. Son mis quesitos.

1

Hacía más de 5 años que no le decía "te quiero" a una mayor de edad. Eso ya es un buen comienzo.

2

"Te quiero"

"Buenas noches"

"Te quiero"

"Buenas noches"

"Te quiero"

"Buenas noches"

"Que te he dicho que te quiero"

"Jajaja... Buenas noches"

(ambos cuelgan)


3

Algo está cambiando en mí. No puedo pasar el resto de mi vida odiándote.

martes, 19 de julio de 2011

Alicia (Capítulo II)



Sentadas las dos frente a unas tazas de café, Alicia me mira con ansiedad. Se pregunta por qué una tipa de una empresa a la que ha ido a mendigar trabajo, y cuyo nombre y cargo desconoce, la ha hecho esperarla para 10 minutos después aparecer y decirle: ¿Vamos a tomar un café? Pero claro, intuye que siendo alguien de la empresa, no tiene nada que perder. Así que ahora sopesa sus expectativas de que este café, y la presumible entrevista, puedan derivar en una posibilidad de trabajo.

Bueno, eres licenciada en económicas...te llamas Alicia Salmerón... ¿no?

Sí, responde ella.

Yo me llamo Sara, Sara Prados... perdona que te haya hecho esperar. He oído antes que buscabas trabajo, y yo tal vez pueda hacer algo. Alicia me mira interesada. Sí, pertenezco a la empresa, y de mí depende en cierto modo el tema de las contrataciones. Irene no te mentía, la crisis está ahí, y la cosa está fea. Hace tiempo que no contratamos a nadie. Pero la cosa es que hace unos meses que estoy meditando la creación de un puesto que tal vez te pueda interesar. Mira, echa un vistazo a este balance y dime si serías capaz de interpretar algo como esto. Tómate tu tiempo.

Alicia examina los papeles detenidamente, sin poder disimular su asombro en un par de ocasiones. Luego me mira con cara de extrañeza, con cara de "no me atrevo a decirte lo que veo", y se queda pensativa.

¿qué ocurre? Le pregunto.

Alicia contesta: No te ofendas, pero... ¿me estás tomando el pelo? es decir. ¿Esto es real?

¿Por qué dices eso?

¡Esto es falso! Está manipulado, seguro. Pero además de un modo muy sutil. Si esto es un informe de cuentas real de tu empresa, alguien está haciendo cosas raras, esto está amañado con maestría. Ten cuidado si esto depende de ti.

Ja,ja,ja, me río. Vale, prueba superada. Lo he alterado yo. Sabes mucho. Eres buena. Creo que ya tienes trabajo.

¿En serio? pregunta Alicia con unos ojos como platos, sin poder disimular su emoción. Pero, pero, a ver, ¿tú eres la encargada de personal o algo así?

Más o menos. Contesto yo. Soy la dueña. Y necesito una persona con tus conocimientos, una especie de asesora. ¿Qué te parece?

¿En serio? contesta ella. ¡Claro que sí! Pero. No me malinterpretes, y lo mismo tiro piedras contra mi propio tejado, pero; ¿cómo puedes saber que soy lo que necesitas? ¿Y si luego no funciona?

Tú misma acabas de responder con tu pregunta. Necesito alguien de confianza, alguien sincero que se tire piedras en su propio tejado si es necesario. Tengo un pálpito. Creo que no necesito más. Es más, creo que llegaremos a ser buenas amigas.

La cara de asombro mal disimulada de Alicia ahora ha mutado a cara de estupefacción: No lo entiendo, Sara. Todo es tan extraño. ¿Por qué haces esto? ¿Es que acaso te he salvado la vida alguna vez o algo así?

Acertaste, contesto yo. De no ser por ti hoy yo estaría muerta. Haz memoria. Llevo un año buscándote.

¡Hostias! exclama Alicia de repente. ¿Tú eres...?

Yo sonrío

Alicia sonríe

Se me salta una lágrima.

A Alicia se le salta una lágrima.

Nos abrazamos. Mientras, con un hilo de voz, le digo: Gracias, muchas gracias.

Pero yo no hice nada, me contesta, mientras recuperamos la compostura. Llamé al 112, como haría cualquiera.

Aquella noche yo estaba aterrorizada. Tú te quedaste allí a mi lado. Me cogiste de la mano. Me calmaste, me animaste. Me hiciste compañía, no me abandonaste, y no me conocías de nada. Luego, cuando me sacaron de allí, desapareciste sin dejar rastro. Misión cumplida.

En realidad fui a verte al hospital un día. Estabas inconsciente. Entré un minuto. No te pareces nada a la chica de la cama del hospital, jamás te habría reconocido. ¡Coño ahora recuerdo que me dijeron que te llamabas Sara! ¡Sí! "Saldrá de ésta", me dijo un auxiliar que es amigo mío. Luego ya no me atreví a ir más.

Estoy alucinando, ¿fuiste a visitarme?

Sí, no sé, me interesé por ti. Quería saber si estabas bien.

Sonrío de nuevo. Presiento que esto va a salir bien. Bienvenida, Alicia. ¿Cómo estás de disponibilidad? ¿Podrías empezar el lunes?

Sí, claro.

Pues el lunes te espero. Preguntale a Irene por mí y vamos a desayunar juntas, ¿de acuerdo?

De acuerdo.

Cuánto me alegro de conocerte. Aquí estamos las dos, tomando un café. ¿No es milagroso?

domingo, 3 de julio de 2011

Alicia (Capítulo I)



Esto de visitar delegaciones de la empresa es una cosa bastante tediosa, pero que una tiene que hacer de vez en cuando, más que nada para que su presencia se sienta en el lugar, y, por descontado, para estar entre la gente que trabaja con una, que son gente como yo, con sus preocupaciones, familias, y vidas. La única diferencia es que ellos son los empleados y yo la jefa, aunque para mí, esa diferencia es poco menos que nada: Los que mueven de verdad la empresa son ellos. En el fondo me agrada visitar las delegaciones, aunque sea cansado,y me obligue a viajar mucho, cosa que en el fondo me gusta, soy como ese personaje de "up in the air", desarraigado e infeliz -por fortuna hoy me pilla cerca de casa; desde el accidente no soy la misma-. Me gusta porque veo cara a cara a la gente que trabaja conmigo y que acomete su tarea con el mismo entusiasmo con el que yo acometo las mías, pensando en el bien de todos. Y percibo que me respetan, e incluso algunos me consideran una amiga. Si hay una cosa que no les tolero es que me hablen de usted.

Sara, aquí el problema fundamental es el de los suministros. Ya te conté por email que Servando nos está puteando y andamos escasos de repuestos. Del resto me puedo encargar yo, pero esto me supera.

Ese tío es gilipollas, le contesto mientras entramos a la nave. En el mostrador, Irene está atendiendo a una chica rubia con vaqueros y una blusa blanca, que lleva una mochila a la espalda, y más al fondo Luis me saluda con la mano desde su mesa: Hola Sara, musita en voz baja. La mesa de Marta está vacía, seguramente es su hora del café. La nave tampoco es precisamente un alarde de poder, es modestita y con el tamaño justo. La clave del éxito en los negocios, aparte de una buena gestión, está en no gastar dinero en tonterías ni en alardear, cosa que además atrae a los ladrones. Si los empleados tienen todo lo necesario, todo irá bien. No te preocupes Rafael, que ya le voy a poner yo las peras a cuarto. Menudo cabrón. Ya verás como a mí no me rechista. Le tengo una sorpresita preparada, ya tememos un nuevo proveedor.

Estábamos al borde del colapso ya. Ahora que estás aquí ya estoy más tranquilo. Cuéntame, quién es...?

Parados en medio del vestíbulo de entrada, oigo como la chica rubia parece estar angustiada: ¿De verdad que no hay nada? Os he dejado el currículum ya varias veces, necesito trabajar en lo que sea... ah! se me ha olvidado poner que ya me he sacado todos los permisos de conducir, igual os hace falta...

Ahora te veo Rafael, discúlpame un segundo, vete adelantando que ahora me reúno contigo y te cuento. Y ve preparando las facturas para que me las lleve. En cualquier caso, tranquilo, todo está bajo control, confía en mí.

Lo sé Sara, si tú lo dices sé que es verdad.

Rafael se aleja a grandes zancadas mientras yo me quedo haciendo lo que me importaba, que es seguir atentamente la conversación de esa chica que ¡Zas!, me ha golpeado en la cabeza como un resorte. Así que hago como que reviso mis papeles y escucho como Irene le contesta: Lo siento de verdad, no tenemos nada, pero tengo aquí tu número, si sale algo te llamamos ¿vale?

La chica se queda mirando al suelo, como quien busca algo más que decir pero sabe que no le quedan argumentos, y luego responde: vale, gracias. De verdad, llámame por favor si sale algo, lo necesito mucho. En ese momento le suena el móvil, y ella se retira un par de metros y lo coge: ¿sí? Nooo mamá, ahora estoy ocupada, estate tranquila, sí, luego te cuento.

No me lo puedo creer, el corazón me da un vuelco. ¡Es ella!

Me acerco al mostrador y le pregunto a Irene: ¿Qué ocurre? mientras la chica sigue intentando deshacerse de la llamada de su madre.

Esta chica, necesita trabajar, ya sabes, viene mucha gente últimamente a dejar el curriculum.

La miro de arriba abajo durante unas décimas de segundo, mientras ella me mira, como avergonzada por el hecho de haber dejado a Irene con la palabra en la boca para atender la llamada. Es una chica preciosa, y se ve la bondad en su mirada. Ahora estoy completamente segura.

Tengo que ir despachar con Rafael 10 minutos. Dile que me espere, que quiero hablar con ella, ¿ok?

Claro Sara, yo se lo digo.

Me doy la vuelta y echo a andar, pero de repente me vuelvo y me acerco de nuevo a Irene: dame su curriculum, ¿lo tienes ahi?


Sí, claro Sara, varias copias, pobre, me ha dejado ya varias.

Que no se vaya, por favor Irene, tengo que hablar con Rafael urgentemente, que me espere, ¿eh?

Mientras de nuevo me alejo lo suficiente para que no me vean, no me creo mi suerte, saco el currículum y a dos centímetros de la foto encuentro el ansiado dato: ¡¡Alicia!!

lunes, 13 de junio de 2011

El curioso sueño



Esta noche he tenido un curioso sueño. Solo trataba de salir como fuera de un pozo al que me había caído. Todo estaba muy oscuro, y yo tenía miedo, mucho miedo. Oteaba a mi alrededor en busca de algo a lo que agarrarme, alguna salida, pero no veía nada. Y recuerdo que estaba completamente aterrada, desesperada.

Más tarde los ojos se me empezaron a acostumbrar, y una tenue luz empezó a auxiliar a mis perdidos ojos. Un rayito minúsculo, pero que anunciaba algo bueno, se iba haciendo cada vez más presente. Y de pronto, advertí la presencia de una escalerita de peldaños metálicos que asomaban de las frías y húmedas paredes del agujero, y recordé los consejos de mi abuela, que siempre me dijo que hay que agarrarse a la más mínima esperanza, por pequeña que parezca.

Obedientemente, me aferré a uno de los escalones y puse el pie sobre otro, disponiéndome a subir. Recordé que lo último que había que hacer era perder la fe en uno mismo. Gotas de un indescriptible sudor frío, el frío del miedo atroz, caían por mi espalda, pero yo no estaba dispuesta a rendirme. Uno de los escalones cedió nada más cargar mi peso sobre él. Lo vi partirse en dos como si fuera de pan duro. Levanté el pie corriendo y lo subí inmediatamente al escalón superior. Otra vez, el escalón, al igual que el anterior, cedió. Se partió bajo mi peso con ese crujido que suele anunciar que las cosas se están poniendo feas, ese ruido sordo que anuncia el advenimiento de la desesperanza, el desfallecimiento, y empecé a sentir como el peldaño al que estaba agarrada con las manos también se empezaba a resquebrajar. Afortunadamente, cuando ya sentía que las fuerzas me abandonaban y que toda la escalera iba a venirse encima de mí, de pronto ocurrió algo inesperado.

Dos personas asomaron al borde del pozo, dos personas cuya mirada me infundió una increíble sensación de tranquilidad y paz. ¿Estás bien? me preguntaron, mientras yo, asustada, les gesticulaba y les pedía que me ayudasen, y les gritaba que estaba allí atrapada sin saber como salir.

Tiraron una escala de esas que se usaban en la edad media, y pronto la vi, así, a mi altura, invitándome a subir, demostrándome con su colorido, su pulcro aspecto, y su brillo, que estaba firmemente sujeta por esas dos personas, y que no tenía nada que temer. Inmediatamente me aferré con todas mis fuerzas a esa escala y comencé a subir por ella como si fuera lo último que iba a hacer en la vida... y ahí, me desperté... chan chan!

domingo, 12 de junio de 2011

Recuerdos expoliados


Ahora te sientas ahí y vas a escuchar la chapa. Cuando yo era pequeña, tu abuela tenía un monedero pequeñito en el que solía guardar monedas que le sobraban de la compra. Cada vez que yo quería comprarme alguna chuche en el carrito del paseo, le pedía y ella abría el monedero, y me daba una monedita.

El otro día, cuando estábamos en el velatorio, tu tito Carlos vino y me tendió un monedero, lo reconocí inmediatamente. Sara, ¿puedes ir a por tabaco? Aquí hay dinero suelto. Yo le contesté: ¿y ese monedero tan fashion? Era el de mamá, me dijo.

¿Sabes Susana? Fui con el coche hasta el minero para cambiar con tal de no gastar aquellas monedas, tan limpias, tan brillantes, tan de mi mamá que ella llevaba un rato antes de morir... y las guardé como ese tesoro que siempre buscan los piratas de las películas cielo.

¿Por qué no me lo pediste? Yo te lo hubiera dado, como siempre hago. Te has gastado mi tesoro, Susana, eran las monedas de mi mamá.

Susana llora desconsoladamente. Una lágrima densa y salada le atraviesa la mejilla de arriba abajo. Perdóname tita, yo te conseguiré monedas y te las doy... exclama entre sollozos.

¡Pero yo quería esas Susana! Eran mi tesoro, mi recuerdo de mi mamá. No es lo que valgan esas monedas, es lo que valían para mí. Es el dinero que llevaba ella encima cuando la llevamos al hospital, Aun cuando estaba en la residencia, seguía conservando ese monedero, y cada vez que iba a visitarla me decía: Sara hijita, toma una moneda y te compras unas chuches... ella ya no entendía nada, no era capaz de recordar, ni de darse cuenta que yo ya tengo 34 años. Yo le cogía la moneda y luego disimuladamente se la volvía a meter en el monedero. Y siempre tenía las mismas. Tú las has perdido para siempre Susana, y no te regaño por el dinero, ni siquiera por perder algo que tanto valor tenía para mí... te regaño porque tienes que aprender esta lección, saber que las personas mayores tenemos el mando por algo, que cuando decimos que no, siempre hay un motivo. Que no puedes hacer las cosas a lo loco y sin contar conmigo, sin consultar, porque a veces el daño ya no se puede arreglar.

domingo, 5 de junio de 2011

Hasta luego



Hoy el post dura menos que la puta publicidad.

Hay hombres que dejan huella, y TÚ, eres uno de ellos. Conduce con cuidado, por favor.

Balance de pérdidas y cicatrices, Capítulo 2


Tumbados en la cama, en penumbra, Jorge pregunta ¿quieres contármelo ahora?

Sí, responde Beatriz.

Jorge se vuelve hacia ella y se apoya sobre su codo izquierdo, para poder hacer descansar su cabeza sobre la palma de la mano, y mirarla mientras habla.

Hace unos años, cuando yo era apenas una adolescente, salimos, eran las fiestas del barrio, así que volvimos bastante tarde. Yo en esas ocasiones me quedaba a dormir en casa de unos familiares, y otro de los que paraba por allí era mi primo. Estaba un poco borracho aquella noche, nada fuera de lo común, aunque sí le noté un comportamiento un poco extraño, pero no le di más importancia. Me voy a acostar, primo, le dije, y él me respondió, vale prima. Ya me importunó un poco que me interrumpiera un par de veces entrando a la habitación mientras me cambiaba... en la segunda de ellas me subí rápidamente el pantalón del pijama y le pregunté qué quería. Me contestó que todo estaba ocupado y que si podía venirse a dormir conmigo. Lo habíamos hecho infinidad de veces, desde pequeños, así que le dije, vale, claro primo, no hay problema. Poco después me pasó un brazo por encima, y bueno, esto era una situación normal cuando duermes con alguien, así que tampoco le di importancia. ¿Te molesta prima? No, no tiene importancia, le contesté. Pero a partir de ahí de pronto me di cuenta de la encerrona en que estaba metida. De repente se subió encima mía y empezó a toquetearme. Déjame primo, ¿qué haces? ¿Prima, no quieres que juguemos un ratito? NO, déjame. Entonces el me sujetó las dos manos con una de las suyas... mis piernas estaban atrapadas entre las suyas, así que me tenía inmovilizada. Con la mano que le quedaba libre empezó a sobarme los pechos mientras me decía: ¿con quién mejor que con tu primo? Yo estaba aterrorizada. La voz de Beatriz empieza a ahogarse en lágrimas. Jorge la observa atentamente y profundamente conmovido, sin saber muy bien qué hacer, por lo que decide seguirla mirando. Beatriz prosigue: Recordé un consejo de mi abuela, niña, cuando alguien intente abusar de ti, relájate... y yo... yo... los ojos de Beatriz están inundados... yo me relajé... Jorge inspira profundamente, mientras ella, tras unas décimas de segundo de interminable silencio, añade: Poco después, cuando estaba confiado, le pegué un tremendo mordisco en la cara, y él, sobresaltado, se retiró, momento que aproveché para zafarme de él. Lo corrí a hostias hasta la puerta y una vez que lo eché fuera cerré con llave. Dios, pasé una noche horrible, yo allí sola, y él estaba allí, al otro lado de la puerta. Estaba aterrorizada.

Jorge la observa durante un instante, indeciso, y luego, ofreciéndole sus brazos, le dice: ven aquí. Y entonces se funden en un abrazo largo e intenso.

Te toca, susurra Beatriz al oido de Jorge segundos después.

Jorge suspira, toma aire, y comienza: Hace unos años, mi padre dejó tirada a mi madre. Un buen día, se marchó, sin más. Quería vivir su vida. Así que se llevó por delante más de 40 años de matrimonio. Mi madre se quería morir. No sabía qué hacer con su vida, ya no tenía sentido. Yo terminaba los viernes de trabajar y me iba con ella a su casa, y pasábamos el fin de semana, yo tirado en su sofá, y hablábamos, y yo le decía: Mamá, ahora no lo ves, pero te ha tocado la lotería. Y así fue, pasaron los años y ella cada vez estaba más tranquila y agusto en su pequeño mundo, y él cada vez más solo y arrinconado. Él pegó un tremendo bajón, tanto físico como anímico. Y yo... yo... pues decidí que no podía estar toda la vida odiandole: ¡era mi padre! No se lo merecía, y de hecho lo demostró después, pero yo tenía que intentarlo, así que me acerqué a él, y le abrí un poco las puertas. Mi madre entonces se sintió traicionada. No es que me retirase el saludo, pero sí que le sentó como un tiro que y me acercara de nuevo a él. Hasta que un día en una discusión trivial estalló la tormenta por ese tema, me dijo que vaya buen rollo que tenía ahora con él, y que a ella la había abandonado. Aquello me sentó fatal, pensé que estaba siendo muy injusta. Lamentablemente aquel día terminamos muy mal, y me marché de su casa dando un portazo. La firme voz de Jorge se enturbia al añadir: Aquel año mamá no me llamó por mi cumpleaños, fue la primera vez que no lo hizo. Estoy seguro de que no se le olvidó. Simplemente estaba tan enfadada que no me llamó. Nunca, nunca he recibido un castigo más severo de mi madre. Hace no mucho ella se quejaba de que la teníamos muy abandonada, que se sentía muy sola... es cierto que ella eligió vivir muy lejos de su familia y no era fácil ir a visitarla, ya sabes como está el patio, Bea. Beatriz asiente con la cabeza. La fatalidad quiso que poco tiempo después ella enfermase de modo repentino y muriese a los pocos días sin apenas darnos tiempo para decirle "te quiero" como Dios manda. Así que ella se fue, y el cabrón... el cabrón... El cabrón ahí sigue... Jorge rompe a llorar como un niño de 5 años, desconsolado, y cae en los brazos de Beatriz, quien lo abraza, mientras le acaricia el pelo y le besa la frente... tranquilooo, tranquilooo.

Instantes después, Jorge y Beatriz están haciendo el amor del modo más dulce que quepa imaginar. Ha ocurrido.

Escribir esto contigo sentado al lado ha sido muy especial

miércoles, 1 de junio de 2011

Dos tontos


Pues podríamos quedar mañana para esas fotos, ¿te parece? Te vienes para Linares y te invito a comer.

Hmm, no mira mejor quedamos el viernes. Me prometí que iría a llevarle flores a mi madre.

(.....)

(.....)


Ahí tienen ustedes, dos tontos, llorando, abrazados, a través de una línea telefónica.

domingo, 22 de mayo de 2011

Cuando observo los ojos más atractivos



No había percibido nunca tu verdadera esencia hasta que el otro día me tumbé junto a ti. Y una vez que estaba allí acurrucada y arrullada por tu dulce y relajada voz, y tus historias, todas tan apasionantes y apasionadas, fue cuando me centré en ese espacio tan pequeño, como en los cuadros minimalistas: tu mirada, tu cara, tu sonrisa. Y desde entonces, cada vez que me clavo en tan solo ese pequeño espacio, descubro a un nuevo tú, y un universo de cosas que me hacen sentir, reir, sonreir, y que nunca imaginé que pudieran estar inscritas en ese pedacito tan minúsculo de territorio, que nunca vi cuando te veia de cuerpo entero, o rodeado de otros elementos o personas.

Hay miles de cosas bonitas encerradas en tu sonrisa, y yo no quiero perderla de vista.

viernes, 20 de mayo de 2011

Tecnología humanizada (te lo cojo prestado, niño escritor)


La canción de hoy no tiene nada que ver, pero tiene mucho que ver

9 de la mañana. En un domicilio cualquiera de una ciudad cualquiera un amable cliente franquea el paso a su vivienda a un técnico de una operadora de telecomunicaciones. Previamente han concertado una cita para la instalación de su nuevo sistema de televisión digital por cable. Tras darse los buenos días, el técnico le pide al cliente que le conduzca al lugar donde está ubicado el televisor, que es donde ha de colocar el decodificador.

El cliente le guía hasta el salón y le señala el televisor. El técnico da un rápido vistazo al mueble y con un gesto de aprobación le dice: estupendo, serán 15 minutos. El cliente le dice: si me ayuda retiramos el televisor para que pueda acceder más fácilmente a las conexiones que hay detrás. El técnico considera que su amable ofrecimiento es innecesario, puesto que cree poder apañárselas sin tener que obligarle al engorro de mover el televisor, y declina el ofrecimiento, pero éste insiste: verá como trabaja usted más cómodo.

Así que entre los dos retiran el televisor, del que previamente el cliente ha desconectado cuidadosamente los cables de alimentación, y lo depositan con mimo en el suelo. El técnico saca de la caja el decodificador y un buen puñado de cables que debe conectar al televisor, a la corriente eléctrica y al router de ADSL. El cliente, mientras observa la escena, comenta jovialmente al técnico con un tono de leve queja:

Hay que ver, ¿cuando inventarán algo sin cables...?

El técnico, sin inmutarse le contesta: Ya está inventado.

¿Ah sí? contesta el cliente con renovado interés. ¿Y qué es?

Un libro, contesta el técnico.

Nene, me has hecho sonreír y tú sabes cuánto te lo agradezco en estos difíciles momentos. Y por si no te lo ha dicho el cliente, ya te lo digo yo: ¡eres un cabrón malafollá!

miércoles, 18 de mayo de 2011

Susana



Voy a guardar en esa cajita forrada de terciopelo que tan poco me gustó siempre, nuestra última tarde, preciosa, en la que tuviste ese fugaz instante de lucidez. En el que viste a tu tesorito convertida en una exitosa mujer de 34 años. En el que conociste a una preciosa nieta que se llama exactamente igual que tú, porque tu hija hace con los apellidos lo que le da la gana, y saca la tijera y corta y pega a su antojo, que por eso hoy lleva tus dos apellidos con orgullo por todo el mundo y tiró a la puta basura el que le estorbaba. Mi nombre es el que tú siempre quisiste, mi divisa la tuya, tu amor y tus te quieros están tatuados en el envoltorio de mi corazón.

Se que tal vez lo haya hecho muy mal, pero al igual que tú, no vine enseñada. Hemos tenido nuestras trifulcas, pero creo que puedo afirmar sin temor a equivocarme que el mayor honor del que he gozado en mi asquerosa vida ha sido el de ser tu hija.

Adios Susana, adios. Todos dicen que se me da bien, pero hoy no encuentro las malditas palabras para expresar todo el amor que te llevas a donde quiera que vayas.

lunes, 16 de mayo de 2011

Niño escritor


En premio por tu dedicación y seguimiento incondicional, hoy la entrada es un regalo para ti. Es un video que tiene una significación especial para mí. Disfrútalo.

Hasta en el más oscuro de los infiernos, hay un ratito para el relax.

miércoles, 11 de mayo de 2011

¿Qué tendrá?

¿Qué tendrá? ¿Qué tendrá ese chico, que a todos gusta? ¿Qué tendrá?

lunes, 9 de mayo de 2011

Los Rodriguez



Buenas noches, señora Rodríguez, ¿está el señor Rodríguez? No, señor Rodríguez, pase usted. Pues mire, es que la señora Rodríguez tenía turno de noche hoy en el hospital, y me he dicho, vamos a hacerle una visita a la señora Rodríguez, que igual está de Rodríguez y se siente sola. ¡Claaro, señor Rodríguez, y ha hecho usted muy bien! Precisamente el señor Rodríguez se ha ido hoy en viaje de negocios y no volverá hasta el viernes. Eso me parece genial, señora Rodríguez, porque así podremos usted y yo pegarnos una nochecita de esas que -usted me entiende, señora Rodríguez- a nosotros nos gustan ¿verdad? Claro que sí, señor Rodríguez, claro que sí que le entiendo. Ande, señor Rodríguez, acérquese usted más y acariciemé por aquí, que desde que el señor Rodríguez salió por la puerta esta mañana sin decir ni adiós, me siento muy sola.

domingo, 8 de mayo de 2011

How do you sleep?



Sandra era una mujer muy normal, amante de la lectura, de cifras y letras, de los paseos en bici y del cola-cao con galletas. Desde siempre supo que había que trabajar duro para ganarse esas pequeñas ilusiones materiales e inmateriales que componen una vida, y en las que ella, confiada e ilusionada, se embarcó: una familia, una vivienda digna, un coche y posiblemente unas vacaciones en la playa.

Hoy han encontrado su coche en el fondo de un acantilado, cerca de esa playa que a ella tanto le gustaba, despeñado desde 80 metros de altura. Su cadáver estaba reconocible gracias al DNI que portaba entre sus efectos personales. Todo parece indicar que fue un accidente, aunque yo sé que no, porque planeaba con mis alas sobre su coche en el momento que se salió de la carretera, intentando hacer algo por ella, aunque no pude salvarla. Y vi cómo ella dejaba deliberadamente que el coche se saliese por el lado izquierdo del carril para caer al mar, aunque ni eso pudo conseguir, porque ni al mar llegó.

Nunca fue una mujer de carácter fuerte, y la agobiaban sobremanera los contratiempos. Ultimamente había perdido el sueño, no podía soportar más la presión, las cartas, las llamadas, el banco, el abogado de su ex marido, la hipoteca, el borrador de la renta, la financiera del coche, los cobradores del frac, estaba desesperada, desquiciada, así que decidió que probablemente sería lo más oportuno que su seguro de vida resolviera el futuro de sus dos pequeñas.

Ella sólo quiso hacer las cosas bien, y no comprendía cómo podían habérselo arrebatado todo sin más, porque ella no tenía la culpa de nada. La culpa, toda la culpa, la tiene USTED, aunque yo sé que a usted eso le suda la polla, pero no por eso la culpa deja de ser suya, y por eso yo, deseo desde lo más profundo de mi alma que le pese a usted para el resto de su puta vida.

jueves, 5 de mayo de 2011

El vacío




Y en aquel momento quise encaminarme por la vereda donde se perdieron todos los pasos que nunca dimos, pensando que encontraría todos esos tesoros allí acumulados, esperándome. Pero fue un error. Sólo encontré un viejo desvan atestado hasta el techo de silencio, flores mutadas de colores muy extraños que yo no conseguía reconocer, colores vivos y bellísimos y un aroma profundo a lárgate de aquí. Princesas Disney quemándose a lo bonzo, perros falderos con dientes muy afilados, y buzones reventados de cartas de las cuales ninguna era de amor.

Y entonces lloré.

Perdóname mamá, lo siento tanto... Me quedaré aquí contigo, cogiditas las dos de la mano, hasta que tu cuerpo se marche también.

Se acabaron los viajes, se acabó la ambición, se acabó la estupidez.

domingo, 24 de abril de 2011

Private investigations



¿Que si te he seguido? Claro.

¿Que si te he investigado, espiado, que si he desconfiado de ti? Por supuesto que sí.

¿A qué negarlo? La gente suele empeñarse en negarlo. Yo no. Sabes que yo estoy hecha de otro material. No entiendo la manía de los mentirosos de ofenderse tanto cuando descubren que aquel a quien estaban jodiendo les ha descubierto. Que no confiaba ciegamente en alguien que no era digno de confianza.

Lo hice porque te lo merecías, y además queda demostrado que tenía motivos para hacerlo. ¿O acaso vas a negar la evidencia?

¿No te das cuenta de que las mentiras no se pueden esconder? Porque las mentiras huelen. Huelen endemoniadamente mal. No te sirvió de nada ponerme la mejor de tus caras, porque yo sé leer en el fondo de tus retinas. Me tomaste por tonta, que es lo que más me ofende, y no te diste cuenta de que te he ido dejando cuerda para que te fueras estrangulando poco a poco tú solito. Y he asistido atónita al triste espectáculo de ver cómo te ibas arruinando poco a poco, siendo consciente, además de que (creías que) me arrastrabas a mí contigo. No hay cosa que soporte menos en esta mierda de vida que la mentira, que la traición a la confianza.

¿Por qué no te lo dije antes? Para esa pregunta tengo dos respuestas, primera, ¿es que era yo la que te lo tenía que decir? Segunda, porque no me salía decírtelo, y cuanto más avanzabas en tu huida hacia adelante, más muda me quedaba. Será que es que yo tengo esa mala leche. Tal vez... tal vez.

Mi corazón me lo decía ya desde el primer día, lo sabía todo, no me hacían falta detectives. Si los contraté, fue para tener pruebas con que demostrarlo.

La inspiración es mía, mías las letras, la música, de los Dire Straits, y el destinatario eres tú: Coge tu petate, y largo de aquí.

jueves, 21 de abril de 2011

Balance de pérdidas y cicatrices



¿De verdad que no te importa que te vea desnuda? Me siento un tanto incómodo.

No quiero que te vayas, contesta ella.

De acuerdo.

Sentado sobre la tapa del retrete, Jorge se fuma un cigarrillo mientras observa a Beatriz, sentada en la bañera llena de agua caliente y espuma de gel hidratante, mientras ella prosigue.

Después de todo el camino recorrido, de todos los sinsabores, los sacrificios; el resultado fue una habitación vacía, una puerta tapiada con bloques de cemento. Sin una mano amiga que me ayudase a levantarme, ni un hola, qué tal estás, ni una voz que me dijera: qué bonita estás esta mañana. A Germán le dieron el alta, aunque yo sabía que era para quitárselo de enmedio... cabrones. Todo está en la letra pequeña, en las putas estadísticas. Lo tuve que cuidar sola, mientras veía como día a día se iba apagando, y él me decía: Cuando me ponga mejor iremos a París, como siempre has deseado, amor. No había nada que le calmase, nada que le hiciera descansar un poco. Una noche, impotente, no se me ocurrió otra cosa que irme a la cocina y prepararle un bizcocho, él los adoraba. ¿No se suponía que no debo de comer al menos la mitad de las cosas que lleva esto, nena? me preguntó. Qué más da, amor. Te lo digo yo, que soy tu enfermera. La mitad de ese bizcocho me lo terminé yo, untado en nocilla, después de enterrarle. ¿Puedes venir aquí y frotarme la espalda, Jorge?

Jorge se levanta, y empieza parsimoniosamente a sacarse la ropa, sin quitarse ni un momento el pitillo de la boca. Ella le observa atónita, con una mezcla de asombro y sonrisa. Una vez completamente desnudo, Jorge se introduce lentamente en la bañera hasta quedar sentado detrás de Beatriz, y tomando la esponja con su mano izquierda, empieza a masajear lentamente la espalda de Beatriz. Ya estamos empatados, dice jorge, mientras coloca con su mano derecha el cigarrillo medio mojado en la boca de Beatriz, desnudos los dos, ya no hay secretos entre nosotros.

Ahora me siento mucho mejor, dice Beatriz, tras dar una profunda calada. Un poco más a la derecha, por favor.

Sigue, contesta Jorge.

He sufrido mucho aquí, enfrentándome cada día a la soledad de esta casa. Pero a todo se acostumbra una. Ahora ya no espero nada, no busco amor, no quiero volver a quedarme tirada. Pero a veces necesito un abrazo que me devuelva parte de la energía perdida. Y por eso te lo pedí. Y siento que tú lo comprendes perfectamente.

Jorge asiente levemente con la cabeza, aunque ella no le puede ver, porque está de espaldas a él.

Una corriente de energía positiva se ha establecido entre los dos. En ese momento ya sobran las palabras. Dicen que el agua es un buen conductor de la electricidad. Debe de ser verdad. Jorge sigue frotando la espalda de Beatriz con la esponja, mientras ella se siente afortunada por ese momento, y sigue sin preocupaciones dando la espalda a un hombre en el que confía.

Beatriz acaba de fumarse el cigarrillo, lo apaga en el agua, y arroja la colilla al suelo del baño. Jorge se levanta y, alcanzando una toalla le dice, estoy cansado, me voy a la cama, ¿vale?

Ella asiente. Jorge sale de la bañera y se aleja hacia el dormitorio dejando por el camino un reguero de gotitas de agua, ese que nunca puedes evitar por muy bien que te seques con la toalla.

10 minutos de ruido lejano de secador de pelo después, Beatriz entra en el dormitorio en penumbra, se quita la toalla y la deja caer descuidadamente al suelo. Luego se mira a contraluz en el espejo, donde ve su silueta reflejada delante de la puerta entreabierta del dormitorio, y piensa que aun sigue teniendo un pecho bonito, mientras se lo alza con las manos. Luego junta los dos pechos y musita en voz callada: wonderbra! y ahoga una risita.

Luego se introduce en la cama y se abraza a Jorge.

¿Duermes?

No.

domingo, 10 de abril de 2011

Ave María



A algo habrá que agarrarse. Cuando mis ojos ya no pueden soportar tanto horror. Tanto dolor. Tengo un terrible escozor en los párpados, y no es por la radiación. No, qué va, no.

Cuando no queda ya nada más, buscamos un modo de anestesiar nuestras almas atormentadas.

Yo no sé si existes, si estás ahí arriba o no. Siempre he pensado que no. Pero por si acaso, apiadate de esta pobre gente. Ayudales.

Te lo pido por favor.

viernes, 25 de marzo de 2011

Natalia



Acto 1.



Natalia está sentada en su salón, en un sofá de piel carísimo, capricho de Juan, que encima lo malo que tiene es que no se puede vender. Con la mirada enturbiada por las lágrimas contempla la pared, de la que cuelgan esos típicos cuadros que uno, llegado a cierta edad, piensa que debería de tener, es decir, que deberían de gustarle, y por eso los exhibe a sus posibles visitas, aunque algunos de ellos incluso le asquean. Juan acaba de salir por la puerta para nunca volver, después de haber expoliado, económica y espiritualmente a su, desde ahora, ex-mujer, para largarse con otra más joven y divertida, a la que pronto dejará, (embarazada y tirada), porque ya se sabe que algunas mujeres sentimos debilidad por los cabrones, mientras solemos condenar a los que nos aman al eterno banquillo de la ingratitud. Al menos ella tendrá esa ventaja, porque a Natalia, ni eso le ha dejado. Doblemente vacía, sigue contemplando la pared mientras llora en silencio, y sostiene en su mano derecha un teléfono móvil, en el que tiene seleccionado un contacto de la agenda al que no termina de estar decidida a llamar.



Acto 2.



Sara está tumbada sobre la alfombra. No es que esto sea inhabitual, pero en esta ocasión hay un factor nuevo. Esta vez Sara yace casi inerte. Sus constantes vitales se apagan lentamente, y bajo su aparentemente plácida sonrisa, tras esos ojos cerrados, bulle una furibunda batalla. Junto a su mano derecha, ya fuera de la alfombra, sobre el suelo de parquet, hay un vaso, una botella de vodka, y un tubo de pastillas medio vacío. De fondo se escucha una música proveniente de la habitación contigua. El volumen es bajo, pero se pueden distinguir los compases de un tema que a Sara a buen seguro le traería muchos recuerdos, de no ser porque a estas horas ella ya está inconsciente.



Minutos después de esta descripción, nada ha cambiado en la estancia, aunque se empieza a escuchar un estrépito procedente del descansillo del piso de abajo: alguien sube precipitadamente las escaleras. 2, o a lo sumo 3 segundos después el timbre empieza a sonar frenética e insistentemente, mientras se escucha una voz femenina que grita: ¡¡Sara!! ¡¡Saraaaaa!!... ¡¡Sara abre!! ¡¡Por favor, abre, Sara!! El timbre sigue sonando sin parar. ¡¡Abre la puerta me cago en Dios!! ¡Saraaaa! La voz suena cada vez más desesperada: abre, joder, no me obligues a echar la puerta abajo.



2 minutos después se oye otra algarabía. Tranquila señorita, apártese aquí detrás, que vamos a echar la puerta abajo. Sáquenla de ahí por favor, solloza la voz femenina, suplicante. Esté tranquila... vamos a entrar. Otra voz masculina se dirige la femenina... tranquilicese, señorita... ¿ha sido usted quien ha llamado a emergencias?





Acto 3.



Pues así están las cosas, nena. ¿Cuento contigo? Te pagaré bien. Ya sé que en principio tu único cometido era el de mantener esto en condiciones. Pero es que no sé qué hacer.



Venga, cuenta conmigo. No me veía yo de niñera, pero mira, me hace ilusión. Ya sabes que siempre quise tener niños. Será divertido. Estate tranquila, que yo me hago cargo. Sigue con tu ritmo normal, confía en mí.



La niña es un poco difícil...



Como tú.



Ja,ja,ja.



Venga, será divertido. Ya lo verás.





Nunca te podré estar lo suficientemente agradecida.

sábado, 12 de marzo de 2011

cosas



Andrés es un hombre normal.

Vamos, no creo que tenga que dar más explicaciones, ¿verdad? Todos sabemos lo que es un hombre normal.

Andrés se quedó en paro hace unos años, aprendió a apretarse el cinturón, y salió a buscar trabajo. Se desengañó hace tiempo. No hay muchas opciones en este mundo laboral para un parado de casi 50 años. Se le ocurrió una genial idea viendo un programa de la tele, donde salía gente que ganaba mucha pasta jugando al poker: así que fue muy dispuesto a la tienda de los chinos y se compró un juego de poker que había visto en el escaparate con cartas, fichas, y hasta su tapete verde por 16.95... y practicó y practicó. Luego fue a un club de esos donde se juega al poker y lo desplumaron bien. "No he debido aprenderme bien las reglas... esto es muy difícil", pensó. Así que de un tiempo a esta parte se limita a pasar las mañanas al sol, sentado en una butaca de playa, en la esquina de su casa. Saca el tendedero y lo pone al sol. Luego saca la jaula del canario y la cuelga de una alcayata que hay en la pared. Y se sienta a contemplar cómo se seca la ropa mientras escucha cantar al Canario, y a Luisa, su vecina.

Luisa siempre tuvo una gran ilusión por tener casa propia. Así que no cejó en su empeño hasta que lo consiguió. No es precisamente la mejor casa ni zona del mundo, pero algo es algo. Tiene una planta baja que es recibidor, salón, y cocina, todo en uno. La decoración es un poco antigua, y la afea un poco la humedad que atraviesa las paredes de los tiempos en que no se sabía lo que era un proyectado. Hace ya tiempo que su marido, que era paleta, murió de un infarto sin llegar a saberlo. En la planta superior hay un dormitorio y un cuarto de baño... y un balconcito desde el que hay unas preciosas vistas a un patio interior donde hace sus necesidades el perro de Germán.

Germán es un electricista un poco mal encarado, huraño y seco de trato. Es buena persona, pero cómo te lleves con él depende de que le caigas o no en gracia al primer vistazo. La verdad es que es un tipo un poco recalcitrante. Se le puso en sus santas narices hacer una piscina en el patio de su casa, aunque éste tenía 10 metros cuadrados. Para ello contrató a unos primos suyos un poco yonkis, que le iban a cobrar barato. Tan barato que olvidaron unos pequeños detalles, como el de hacer las canalizaciones de agua, y el aislamiento de fondo y paredes. Así que Germán intentó llenarla como pudo con una manguera. Y se llegó a bañar y todo, eso sí, de cintura para abajo porque sus primos la hicieron poco profunda -así no te ahogarás, le dijeron, es que cavar era muy cansado-. La cosa es que a la mañana siguente la piscina estaba vacía, porque toda el agua se había filtrado por el fondo.

"¡Mecagoen!" exclamó, mientras se percató de la presencia de Luisa en su balcón, que le decía: Vaya jardinera chula que te has construido, Germán. ¿Qué vas a plantar ahí?

Así que Germán pensó: no hay mal que por bien no venga. Y llenó toda la piscina de sustrato para las plantas que compró en un vivero cercano, bajo la atenta mirada de Luisa: "¿Sabes, Germán? Me han salido humedades en el salón... qué raro"

Germán llenó al fin toda la piscina de tierra, aunque aun no ha sembrado nada, y de esto hace ya tres años.

Pero hoy ha ocurrido una cosa extraordinaria: Andrés está tocando a la puerta de Germán. "¿Qué querrá éste?" se pregunta Luisa desde su balconcito.

sábado, 26 de febrero de 2011

Obsesiva



Todos me lo dicen, pero yo no les hago caso. No es racional, lo sé, pero estoy tan locamente enamorada de ti que todo me da igual... que seas perjudicial para mí, que esté echando mi vida por la borda. Me prometo mil veces al día que lo voy a dejar, pero al final siempre me cautivas de nuevo.

En la penumbra de mi salón, me dedico a contar las horas, y casi puedo ver a los enanitos que van empujando las agujas del reloj, les observo en silencio, y les animo a continuar, porque pienso que nunca van a llegar a su destino si no lo hago. Me muerdo las uñas de las manos, las uñas de los pies, me muerdo los pies, me muerdo las manos, me arranco padrastros, me arranco las manos, y las cuelgo en el tendedero. Me muero de frío, y luego de calor. Me doy una ducha, salgo, me fumo un pitillo, y luego me como una manzana, y me vuelvo a meter en la ducha. Cualquier cosa por tal de matar el tiempo. Eres peor que el tabaco, no puedo soportar la idea de estar separada de ti.

Creo que esto no es bueno, que no es sano. Estoy completamente obsesionada. Suena el teléfono: lo cojo corriendo. Un puto vendedor de lineas adsl. Le cuelgo de malos modos. ¡Maldita sea!

Por fin apareces, tocas a mi puerta, y te abro, diciendo estupideces sin sentido, como siempre, porque pierdo los papeles, y esbozando la mejor de mis sonrisas con el rimmel mal puesto y quitado, y vuelto a poner 5 veces. Creo que nunca estoy lo suficientemente guapa.

Y allá voy contigo, rumbo a una de tus nuevas y sorprendentes sesiones de fuegos de artificio, que yo sólo sé interpretar como cosas maravillosas y extraordinarias, mientras atrás, en la casa, queda mi perro, con gesto desaprobador, la toalla, tirada en el suelo del baño, emborronada de rimmel y nervios, mis uñas, mis manos tendidas, incapaces de pararnos, ni a tí ni a mí, mientras el puto vendedor de líneas adsl aporrea incansablemente el timbre del teléfono.

martes, 15 de febrero de 2011

Diario de una madre postiza, Capítulo VII



Hola Natalia. ¿Qué tal todo?

Bien, muy bien, deja que te ayude con eso.

Nada nada, no te preocupes, ya puedo yo. ¿Y Susana?

En la bañera. ¿No la oyes cantar?

Ah, Ja,ja, Sí. ¿Ha hecho los deberes?

Sí, claro. La verdad es que hoy se ha portado muy bien.

¿No te ha dado guerra? Ya sabes que se parece bastante a su tita.

Ja,ja, noooo, hoy se ha portado. Que por cierto, tengo algo que contarte de esta mañana.

¿Le gustaron los zumos nuevos?

Sí, pero no van por ahí los tiros. Es que me ha dejado muy impresionada, ¿sabes Sara?

¿El qué?

Pues mira. Un ratito después de que te fueras, estabamos desayunando. Ella salió de la cocina, pensé que iba al baño a hacer pipí.



El caso es que pasaron un par de minutos y no volvía, así que me pregunté dónde habría ido, y salí a buscarla. Estaba sentada en la entrada, con la espalda apoyada en la pared, tapándose la cara con las manos, en completo silencio, ¿eh? No buscaba llamar la atención ni nada, estoy segura. Susana, qué haces, le dije. Estaba llorando, levantó la mirada y me dijo: Es que no quiero que mi tita se tenga que ir a trabajar. La cogí en brazos y la abracé, y ha estado llorando en mi hombro desconsoladamente durante un par de minutos. Luego le estuve enseñando los zumos y las galletas de tosta rica que trajiste y ya se le ha pasado.

¿En serio, Natalia?

Esta chiquita te quiere con locura ¿sabes? Deja que te dé un abrazo Sara, estoy orgullosa de ti, de verdad.

............

No me pregunteis qué pasará mañana. No me pregunteis si llueve, o si ha salido la luna, porque nada de eso me importa. Sólo sé que duermo abrazada a una niña de 5 años, y que mañana no pienso ir a trabajar. Ventajas de ser la dueña.

lunes, 14 de febrero de 2011

upside down


Santana - Europa





Lo que acababa de leer le había dejado perplejo. No podía salir de su asombro, y tras unos segundos de vacilación, rompió a llorar desconsolada e incontroladamente. Buscó entre sus discos y encontró rápidamente uno de sus favoritos, el de Carlos Santana. Lo sacó de su caja y lo introdujo en el lector de CD, para darle acto seguido al play. La música inundó por completo su modesto salón de 20 metros cuadrados. A cada acorde, se acrecentaba su llanto, un llanto que le atenazaba la garganta, le obligaba a entrecerrar los ojos, y le dolía considerablemente en la parte baja de las costillas. Era como cuando te vienen arcadas y sabes que no puedes evitar el vómito.



Varios minutos después, buscó su gabardina, cogió del taquillón de la entrada sus llaves, el paquete de Chesterfield y el mechero, y salió a la calle.



Deambuló durante un par de horas por las calles mojadas por la reciente lluvia, sin saber muy bien a dónde ir. Entró en un bar, y se pidió una cerveza. 5 cervezas después, durante las que no hizo otra cosa que mirar a una reproducción de "El mundo de Cristina" de Wyeth, que colgaba de la pared de enfrente de la barra, pidió la cuenta, la pagó, y salió de nuevo a la calle.



Caminando por la avenida principal, pasó por la puerta de un hotel de 5 estrellas, muy conocido, y que toda la vida había estado allí, a 200 metros de su casa. "Nunca he estado aquí", pensó, y se dirigió hacia la entrada principal con paso decidido. Al entrar al vestíbulo se le acercó un portero elegantemente uniformado que, con unas exquisitas maneras le advirtió: "Caballero, lo siento, no se puede fumar aquí".



"Oh, perdone, mire si seré despistado, ni siquiera era consciente de que estaba fumando, mil perdones."



"No se apure señor, puede apagar el cigarrillo aquí mismo" le contestó el portero ofreciéndole un cenicero. "¿Puedo serle útil en algo, señor"?



"¿Tienen habitaciones disponibles?" Contestó él.



"Por supuesto señor, tenga la bondad de acompañarme"



El portero le condujo a recepción: "Luis, por favor, el caballero desea una habitación"



Subió a la habitación en un ascensor muy decorado, acristalado en todos sus costados, a excepción del de las puertas. El suelo estaba enmoquetado, y se podía escuchar música procedente de un hilo musical. "A dónde vamos a llegar", pensó "música en el ascensor"



La habitación era espaciosa y acogedora, aunque no exenta de ese toque deshumanizado, impersonal, que tienen todas las habitaciones de hotel, que hacen que tanta comodidad en el fondo te haga sentir incómodo y asfixiado, todo lo contrario de en casa. Esto no hacía sino acrecentar su sensación de soledad. Pensó en llamar al servicio de habitaciones y pedir una cena, pero no tenía ganas de comer. Pensó en llamar y pedir que le enviaran una puta, pero no tenía ganas de follar. Pensó en tirarse por la ventana, pero no tenía ganas de morir, aunque tampoco tuviera muchas de vivir. En realidad no tenía ganas de nada en especial; lo descubrió en cuando pasó unos cinco minutos haciendo zapping infructuosamente. Finalmente se acostó y trató de disfrutar del confort de la cama, aunque no tardó en descubrir que ésta se componía de dos camas de 80 unidas por el método rudimentario de atar las patas de ámbas entre sí; "¿y esto es un hotel de lujo?" pensó para sus adentros.

Durmió mal, lo que era habitual en él, y soñó con un montón de cosas absurdas e irreales, la mitad de las cuales era incapaz de recordar en cuanto puso un pie en el suelo al levantarse por la mañana. Trató de poner orden a sus pensamientos, y decidir qué iba a hacer a partir de ahora, pero no se aclaraba.

Mientras se duchaba, se dedicó a meditar sobre su situación: En apenas 3 meses le habían despedido del trabajo por los malditos recortes de la crisis. Su mujer le había dejado, preocupada fundamentalmente por mantener su estátus social, y por tanto, agarrar a un nuevo pardillo que le mantuviera su tren de vida, y días después, su padre, que tanto le había apoyado en los momentos difíciles, se había muerto repentinamente, sin dejarle ni tan siquiera la posibilidad de despedirse, de decirle lo mucho que le quería y le agradecía todo lo que había dado por él. Y la noche anterior había descubierto, mientras mataba el aburrimiento en internet, que le habían tocado 27 millones de euros en el sorteo de la euromillones.

Se vistió, bajó al hall del hotel, pagó la cuenta, y salió a la calle. Parado en la puerta, se encendió un chester y observó la calle durante unos instantes. Todo seguía donde siempre. "Nada ha cambiado", pensó. "Sigue haciendo el mismo puto frío" y se subió el cuello de la gabardina. "¿Y ahora qué?" masculló, mientras emprendía el paso y se perdía por la avenida.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Diario de una madre postiza, Capítulo VI



Sentadas en el suelo, cada una a un extremo del pasillo. Me mira como un animal salvaje al que acaban de herir. Por qué habré sido tan estúpida. Medito cómo pedirle perdón sin parecer tan vulnerable. Sin parecer inconsistente. Si no medito mi reacción entonces daré la sensación de haber perdido por completo los papeles. ¿Cómo se sostiene la autoridad en estas situaciones?


Lo siento, lo siento tanto... ¿por qué coño le habré gritado de esa manera?


Me muevo por fin, y recorro el pasillo a cuatro patas, como un gato, sigilosa, mientras Susana me observa en silencio, sin saber qué decir, sin saber qué pensar.


Cuando llego a su altura la miro fijamente. Observo sus mejillas, enrojecidas por el sofocón, los borrones de las lágrimas mal secadas con la manga, mezcladas con los mocos. Observo sus pupilas, clavadas en mí, y en ellas veo reflejado a mi hermano, y su mirada penetrante, y su mensaje: cuida de ella, por favor, es lo que más quiero en esta vida.


¿Me perdonas? susurro con una voz amigable y humilde, humillada.


Susana no contesta. Solo me mira. Fijamente. Y unos segundos después alza su mano derecha, la pone sobre mi cabeza, y empieza a acariciar mi pelo... igual que a un gato.


Miau, contesto.