Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

martes, 19 de julio de 2011

Alicia (Capítulo II)



Sentadas las dos frente a unas tazas de café, Alicia me mira con ansiedad. Se pregunta por qué una tipa de una empresa a la que ha ido a mendigar trabajo, y cuyo nombre y cargo desconoce, la ha hecho esperarla para 10 minutos después aparecer y decirle: ¿Vamos a tomar un café? Pero claro, intuye que siendo alguien de la empresa, no tiene nada que perder. Así que ahora sopesa sus expectativas de que este café, y la presumible entrevista, puedan derivar en una posibilidad de trabajo.

Bueno, eres licenciada en económicas...te llamas Alicia Salmerón... ¿no?

Sí, responde ella.

Yo me llamo Sara, Sara Prados... perdona que te haya hecho esperar. He oído antes que buscabas trabajo, y yo tal vez pueda hacer algo. Alicia me mira interesada. Sí, pertenezco a la empresa, y de mí depende en cierto modo el tema de las contrataciones. Irene no te mentía, la crisis está ahí, y la cosa está fea. Hace tiempo que no contratamos a nadie. Pero la cosa es que hace unos meses que estoy meditando la creación de un puesto que tal vez te pueda interesar. Mira, echa un vistazo a este balance y dime si serías capaz de interpretar algo como esto. Tómate tu tiempo.

Alicia examina los papeles detenidamente, sin poder disimular su asombro en un par de ocasiones. Luego me mira con cara de extrañeza, con cara de "no me atrevo a decirte lo que veo", y se queda pensativa.

¿qué ocurre? Le pregunto.

Alicia contesta: No te ofendas, pero... ¿me estás tomando el pelo? es decir. ¿Esto es real?

¿Por qué dices eso?

¡Esto es falso! Está manipulado, seguro. Pero además de un modo muy sutil. Si esto es un informe de cuentas real de tu empresa, alguien está haciendo cosas raras, esto está amañado con maestría. Ten cuidado si esto depende de ti.

Ja,ja,ja, me río. Vale, prueba superada. Lo he alterado yo. Sabes mucho. Eres buena. Creo que ya tienes trabajo.

¿En serio? pregunta Alicia con unos ojos como platos, sin poder disimular su emoción. Pero, pero, a ver, ¿tú eres la encargada de personal o algo así?

Más o menos. Contesto yo. Soy la dueña. Y necesito una persona con tus conocimientos, una especie de asesora. ¿Qué te parece?

¿En serio? contesta ella. ¡Claro que sí! Pero. No me malinterpretes, y lo mismo tiro piedras contra mi propio tejado, pero; ¿cómo puedes saber que soy lo que necesitas? ¿Y si luego no funciona?

Tú misma acabas de responder con tu pregunta. Necesito alguien de confianza, alguien sincero que se tire piedras en su propio tejado si es necesario. Tengo un pálpito. Creo que no necesito más. Es más, creo que llegaremos a ser buenas amigas.

La cara de asombro mal disimulada de Alicia ahora ha mutado a cara de estupefacción: No lo entiendo, Sara. Todo es tan extraño. ¿Por qué haces esto? ¿Es que acaso te he salvado la vida alguna vez o algo así?

Acertaste, contesto yo. De no ser por ti hoy yo estaría muerta. Haz memoria. Llevo un año buscándote.

¡Hostias! exclama Alicia de repente. ¿Tú eres...?

Yo sonrío

Alicia sonríe

Se me salta una lágrima.

A Alicia se le salta una lágrima.

Nos abrazamos. Mientras, con un hilo de voz, le digo: Gracias, muchas gracias.

Pero yo no hice nada, me contesta, mientras recuperamos la compostura. Llamé al 112, como haría cualquiera.

Aquella noche yo estaba aterrorizada. Tú te quedaste allí a mi lado. Me cogiste de la mano. Me calmaste, me animaste. Me hiciste compañía, no me abandonaste, y no me conocías de nada. Luego, cuando me sacaron de allí, desapareciste sin dejar rastro. Misión cumplida.

En realidad fui a verte al hospital un día. Estabas inconsciente. Entré un minuto. No te pareces nada a la chica de la cama del hospital, jamás te habría reconocido. ¡Coño ahora recuerdo que me dijeron que te llamabas Sara! ¡Sí! "Saldrá de ésta", me dijo un auxiliar que es amigo mío. Luego ya no me atreví a ir más.

Estoy alucinando, ¿fuiste a visitarme?

Sí, no sé, me interesé por ti. Quería saber si estabas bien.

Sonrío de nuevo. Presiento que esto va a salir bien. Bienvenida, Alicia. ¿Cómo estás de disponibilidad? ¿Podrías empezar el lunes?

Sí, claro.

Pues el lunes te espero. Preguntale a Irene por mí y vamos a desayunar juntas, ¿de acuerdo?

De acuerdo.

Cuánto me alegro de conocerte. Aquí estamos las dos, tomando un café. ¿No es milagroso?

domingo, 3 de julio de 2011

Alicia (Capítulo I)



Esto de visitar delegaciones de la empresa es una cosa bastante tediosa, pero que una tiene que hacer de vez en cuando, más que nada para que su presencia se sienta en el lugar, y, por descontado, para estar entre la gente que trabaja con una, que son gente como yo, con sus preocupaciones, familias, y vidas. La única diferencia es que ellos son los empleados y yo la jefa, aunque para mí, esa diferencia es poco menos que nada: Los que mueven de verdad la empresa son ellos. En el fondo me agrada visitar las delegaciones, aunque sea cansado,y me obligue a viajar mucho, cosa que en el fondo me gusta, soy como ese personaje de "up in the air", desarraigado e infeliz -por fortuna hoy me pilla cerca de casa; desde el accidente no soy la misma-. Me gusta porque veo cara a cara a la gente que trabaja conmigo y que acomete su tarea con el mismo entusiasmo con el que yo acometo las mías, pensando en el bien de todos. Y percibo que me respetan, e incluso algunos me consideran una amiga. Si hay una cosa que no les tolero es que me hablen de usted.

Sara, aquí el problema fundamental es el de los suministros. Ya te conté por email que Servando nos está puteando y andamos escasos de repuestos. Del resto me puedo encargar yo, pero esto me supera.

Ese tío es gilipollas, le contesto mientras entramos a la nave. En el mostrador, Irene está atendiendo a una chica rubia con vaqueros y una blusa blanca, que lleva una mochila a la espalda, y más al fondo Luis me saluda con la mano desde su mesa: Hola Sara, musita en voz baja. La mesa de Marta está vacía, seguramente es su hora del café. La nave tampoco es precisamente un alarde de poder, es modestita y con el tamaño justo. La clave del éxito en los negocios, aparte de una buena gestión, está en no gastar dinero en tonterías ni en alardear, cosa que además atrae a los ladrones. Si los empleados tienen todo lo necesario, todo irá bien. No te preocupes Rafael, que ya le voy a poner yo las peras a cuarto. Menudo cabrón. Ya verás como a mí no me rechista. Le tengo una sorpresita preparada, ya tememos un nuevo proveedor.

Estábamos al borde del colapso ya. Ahora que estás aquí ya estoy más tranquilo. Cuéntame, quién es...?

Parados en medio del vestíbulo de entrada, oigo como la chica rubia parece estar angustiada: ¿De verdad que no hay nada? Os he dejado el currículum ya varias veces, necesito trabajar en lo que sea... ah! se me ha olvidado poner que ya me he sacado todos los permisos de conducir, igual os hace falta...

Ahora te veo Rafael, discúlpame un segundo, vete adelantando que ahora me reúno contigo y te cuento. Y ve preparando las facturas para que me las lleve. En cualquier caso, tranquilo, todo está bajo control, confía en mí.

Lo sé Sara, si tú lo dices sé que es verdad.

Rafael se aleja a grandes zancadas mientras yo me quedo haciendo lo que me importaba, que es seguir atentamente la conversación de esa chica que ¡Zas!, me ha golpeado en la cabeza como un resorte. Así que hago como que reviso mis papeles y escucho como Irene le contesta: Lo siento de verdad, no tenemos nada, pero tengo aquí tu número, si sale algo te llamamos ¿vale?

La chica se queda mirando al suelo, como quien busca algo más que decir pero sabe que no le quedan argumentos, y luego responde: vale, gracias. De verdad, llámame por favor si sale algo, lo necesito mucho. En ese momento le suena el móvil, y ella se retira un par de metros y lo coge: ¿sí? Nooo mamá, ahora estoy ocupada, estate tranquila, sí, luego te cuento.

No me lo puedo creer, el corazón me da un vuelco. ¡Es ella!

Me acerco al mostrador y le pregunto a Irene: ¿Qué ocurre? mientras la chica sigue intentando deshacerse de la llamada de su madre.

Esta chica, necesita trabajar, ya sabes, viene mucha gente últimamente a dejar el curriculum.

La miro de arriba abajo durante unas décimas de segundo, mientras ella me mira, como avergonzada por el hecho de haber dejado a Irene con la palabra en la boca para atender la llamada. Es una chica preciosa, y se ve la bondad en su mirada. Ahora estoy completamente segura.

Tengo que ir despachar con Rafael 10 minutos. Dile que me espere, que quiero hablar con ella, ¿ok?

Claro Sara, yo se lo digo.

Me doy la vuelta y echo a andar, pero de repente me vuelvo y me acerco de nuevo a Irene: dame su curriculum, ¿lo tienes ahi?


Sí, claro Sara, varias copias, pobre, me ha dejado ya varias.

Que no se vaya, por favor Irene, tengo que hablar con Rafael urgentemente, que me espere, ¿eh?

Mientras de nuevo me alejo lo suficiente para que no me vean, no me creo mi suerte, saco el currículum y a dos centímetros de la foto encuentro el ansiado dato: ¡¡Alicia!!