Cuando el imbécil de mi marido me abandonó en mitad del embarazo, (sí, estuve casada) para irse con otra, más joven, guapa y divertida, mis concepciones del matrimonio y del amor, de la vida en pareja, de la fidelidad, del compromiso, quedaron seriamente tocadas.
Desde entonces me ha hecho mucha gracia cada vez me dicen que algún día reharé mi vida: mira guapa, mi vida ya está rehecha. Bien que me costó rehacerla, pero lo hice, yo solita, con un par de ovarios.
Y también me hacía mucha gracia que me dijeran que algún día encontraría al hombre de mi vida: siempre les respondía, el hombre de mi vida no existe. Hoy he de rectificar esa frase, porque acabo de descubrir que no es exacta: El hombre de mi vida está casado.