A veces me siento a escribir porque me siento inspirada, porque tengo una canción, o una idea dándome vueltas en la cabeza, y sé que puedo contar algo interesante.
Otras veces me siento a escribir simplemente porque me siento en deuda con una idea o persona, porque quiero rendir un homenaje, o simplemente porque no quiero permanecer callada por más tiempo, porque me abruman las telarañas que pueblan mi blog.
En esos casos, unas veces no encuentro la inspiración simplemente porque me estoy obligando a hacer algo que no me sale de modo espontáneo, y otras veces es por otro tipo de circunstancias.
Una de ellas es el miedo. El miedo me bloquea, me seca la tinta de mi pluma, me atenaza y hace enmudecer, me deja perdida y desorientada. Pero no me refiero a mi miedo. Me refiero al miedo ajeno