Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

viernes, 25 de marzo de 2011

Natalia



Acto 1.



Natalia está sentada en su salón, en un sofá de piel carísimo, capricho de Juan, que encima lo malo que tiene es que no se puede vender. Con la mirada enturbiada por las lágrimas contempla la pared, de la que cuelgan esos típicos cuadros que uno, llegado a cierta edad, piensa que debería de tener, es decir, que deberían de gustarle, y por eso los exhibe a sus posibles visitas, aunque algunos de ellos incluso le asquean. Juan acaba de salir por la puerta para nunca volver, después de haber expoliado, económica y espiritualmente a su, desde ahora, ex-mujer, para largarse con otra más joven y divertida, a la que pronto dejará, (embarazada y tirada), porque ya se sabe que algunas mujeres sentimos debilidad por los cabrones, mientras solemos condenar a los que nos aman al eterno banquillo de la ingratitud. Al menos ella tendrá esa ventaja, porque a Natalia, ni eso le ha dejado. Doblemente vacía, sigue contemplando la pared mientras llora en silencio, y sostiene en su mano derecha un teléfono móvil, en el que tiene seleccionado un contacto de la agenda al que no termina de estar decidida a llamar.



Acto 2.



Sara está tumbada sobre la alfombra. No es que esto sea inhabitual, pero en esta ocasión hay un factor nuevo. Esta vez Sara yace casi inerte. Sus constantes vitales se apagan lentamente, y bajo su aparentemente plácida sonrisa, tras esos ojos cerrados, bulle una furibunda batalla. Junto a su mano derecha, ya fuera de la alfombra, sobre el suelo de parquet, hay un vaso, una botella de vodka, y un tubo de pastillas medio vacío. De fondo se escucha una música proveniente de la habitación contigua. El volumen es bajo, pero se pueden distinguir los compases de un tema que a Sara a buen seguro le traería muchos recuerdos, de no ser porque a estas horas ella ya está inconsciente.



Minutos después de esta descripción, nada ha cambiado en la estancia, aunque se empieza a escuchar un estrépito procedente del descansillo del piso de abajo: alguien sube precipitadamente las escaleras. 2, o a lo sumo 3 segundos después el timbre empieza a sonar frenética e insistentemente, mientras se escucha una voz femenina que grita: ¡¡Sara!! ¡¡Saraaaaa!!... ¡¡Sara abre!! ¡¡Por favor, abre, Sara!! El timbre sigue sonando sin parar. ¡¡Abre la puerta me cago en Dios!! ¡Saraaaa! La voz suena cada vez más desesperada: abre, joder, no me obligues a echar la puerta abajo.



2 minutos después se oye otra algarabía. Tranquila señorita, apártese aquí detrás, que vamos a echar la puerta abajo. Sáquenla de ahí por favor, solloza la voz femenina, suplicante. Esté tranquila... vamos a entrar. Otra voz masculina se dirige la femenina... tranquilicese, señorita... ¿ha sido usted quien ha llamado a emergencias?





Acto 3.



Pues así están las cosas, nena. ¿Cuento contigo? Te pagaré bien. Ya sé que en principio tu único cometido era el de mantener esto en condiciones. Pero es que no sé qué hacer.



Venga, cuenta conmigo. No me veía yo de niñera, pero mira, me hace ilusión. Ya sabes que siempre quise tener niños. Será divertido. Estate tranquila, que yo me hago cargo. Sigue con tu ritmo normal, confía en mí.



La niña es un poco difícil...



Como tú.



Ja,ja,ja.



Venga, será divertido. Ya lo verás.





Nunca te podré estar lo suficientemente agradecida.

4 comentarios:

  1. Chulo y emocionante relato... Besos a ambas.. o a las tres en este caso

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  2. Natalia ha cambiado tu vida...No cabe duda.
    (No tardes tanto en volver. Pon aunque sea "estoy viva"...)
    Un beso.

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