Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?
domingo, 24 de abril de 2011
Private investigations
¿Que si te he seguido? Claro.
¿Que si te he investigado, espiado, que si he desconfiado de ti? Por supuesto que sí.
¿A qué negarlo? La gente suele empeñarse en negarlo. Yo no. Sabes que yo estoy hecha de otro material. No entiendo la manía de los mentirosos de ofenderse tanto cuando descubren que aquel a quien estaban jodiendo les ha descubierto. Que no confiaba ciegamente en alguien que no era digno de confianza.
Lo hice porque te lo merecías, y además queda demostrado que tenía motivos para hacerlo. ¿O acaso vas a negar la evidencia?
¿No te das cuenta de que las mentiras no se pueden esconder? Porque las mentiras huelen. Huelen endemoniadamente mal. No te sirvió de nada ponerme la mejor de tus caras, porque yo sé leer en el fondo de tus retinas. Me tomaste por tonta, que es lo que más me ofende, y no te diste cuenta de que te he ido dejando cuerda para que te fueras estrangulando poco a poco tú solito. Y he asistido atónita al triste espectáculo de ver cómo te ibas arruinando poco a poco, siendo consciente, además de que (creías que) me arrastrabas a mí contigo. No hay cosa que soporte menos en esta mierda de vida que la mentira, que la traición a la confianza.
¿Por qué no te lo dije antes? Para esa pregunta tengo dos respuestas, primera, ¿es que era yo la que te lo tenía que decir? Segunda, porque no me salía decírtelo, y cuanto más avanzabas en tu huida hacia adelante, más muda me quedaba. Será que es que yo tengo esa mala leche. Tal vez... tal vez.
Mi corazón me lo decía ya desde el primer día, lo sabía todo, no me hacían falta detectives. Si los contraté, fue para tener pruebas con que demostrarlo.
La inspiración es mía, mías las letras, la música, de los Dire Straits, y el destinatario eres tú: Coge tu petate, y largo de aquí.
jueves, 21 de abril de 2011
Balance de pérdidas y cicatrices
¿De verdad que no te importa que te vea desnuda? Me siento un tanto incómodo.
No quiero que te vayas, contesta ella.
De acuerdo.
Sentado sobre la tapa del retrete, Jorge se fuma un cigarrillo mientras observa a Beatriz, sentada en la bañera llena de agua caliente y espuma de gel hidratante, mientras ella prosigue.
Después de todo el camino recorrido, de todos los sinsabores, los sacrificios; el resultado fue una habitación vacía, una puerta tapiada con bloques de cemento. Sin una mano amiga que me ayudase a levantarme, ni un hola, qué tal estás, ni una voz que me dijera: qué bonita estás esta mañana. A Germán le dieron el alta, aunque yo sabía que era para quitárselo de enmedio... cabrones. Todo está en la letra pequeña, en las putas estadísticas. Lo tuve que cuidar sola, mientras veía como día a día se iba apagando, y él me decía: Cuando me ponga mejor iremos a París, como siempre has deseado, amor. No había nada que le calmase, nada que le hiciera descansar un poco. Una noche, impotente, no se me ocurrió otra cosa que irme a la cocina y prepararle un bizcocho, él los adoraba. ¿No se suponía que no debo de comer al menos la mitad de las cosas que lleva esto, nena? me preguntó. Qué más da, amor. Te lo digo yo, que soy tu enfermera. La mitad de ese bizcocho me lo terminé yo, untado en nocilla, después de enterrarle. ¿Puedes venir aquí y frotarme la espalda, Jorge?
Jorge se levanta, y empieza parsimoniosamente a sacarse la ropa, sin quitarse ni un momento el pitillo de la boca. Ella le observa atónita, con una mezcla de asombro y sonrisa. Una vez completamente desnudo, Jorge se introduce lentamente en la bañera hasta quedar sentado detrás de Beatriz, y tomando la esponja con su mano izquierda, empieza a masajear lentamente la espalda de Beatriz. Ya estamos empatados, dice jorge, mientras coloca con su mano derecha el cigarrillo medio mojado en la boca de Beatriz, desnudos los dos, ya no hay secretos entre nosotros.
Ahora me siento mucho mejor, dice Beatriz, tras dar una profunda calada. Un poco más a la derecha, por favor.
Sigue, contesta Jorge.
He sufrido mucho aquí, enfrentándome cada día a la soledad de esta casa. Pero a todo se acostumbra una. Ahora ya no espero nada, no busco amor, no quiero volver a quedarme tirada. Pero a veces necesito un abrazo que me devuelva parte de la energía perdida. Y por eso te lo pedí. Y siento que tú lo comprendes perfectamente.
Jorge asiente levemente con la cabeza, aunque ella no le puede ver, porque está de espaldas a él.
Una corriente de energía positiva se ha establecido entre los dos. En ese momento ya sobran las palabras. Dicen que el agua es un buen conductor de la electricidad. Debe de ser verdad. Jorge sigue frotando la espalda de Beatriz con la esponja, mientras ella se siente afortunada por ese momento, y sigue sin preocupaciones dando la espalda a un hombre en el que confía.
Beatriz acaba de fumarse el cigarrillo, lo apaga en el agua, y arroja la colilla al suelo del baño. Jorge se levanta y, alcanzando una toalla le dice, estoy cansado, me voy a la cama, ¿vale?
Ella asiente. Jorge sale de la bañera y se aleja hacia el dormitorio dejando por el camino un reguero de gotitas de agua, ese que nunca puedes evitar por muy bien que te seques con la toalla.
10 minutos de ruido lejano de secador de pelo después, Beatriz entra en el dormitorio en penumbra, se quita la toalla y la deja caer descuidadamente al suelo. Luego se mira a contraluz en el espejo, donde ve su silueta reflejada delante de la puerta entreabierta del dormitorio, y piensa que aun sigue teniendo un pecho bonito, mientras se lo alza con las manos. Luego junta los dos pechos y musita en voz callada: wonderbra! y ahoga una risita.
Luego se introduce en la cama y se abraza a Jorge.
¿Duermes?
No.
domingo, 10 de abril de 2011
Ave María
A algo habrá que agarrarse. Cuando mis ojos ya no pueden soportar tanto horror. Tanto dolor. Tengo un terrible escozor en los párpados, y no es por la radiación. No, qué va, no.
Cuando no queda ya nada más, buscamos un modo de anestesiar nuestras almas atormentadas.
Yo no sé si existes, si estás ahí arriba o no. Siempre he pensado que no. Pero por si acaso, apiadate de esta pobre gente. Ayudales.
Te lo pido por favor.
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