Y de pronto me ha dado por pensar, al pasar al lado del mueble bar, y ver la botella de ginebra, aún sin abrir: ¿Y si me la bebiese entera, cargada como vengo ya, como decía Manolo, que vengo despeinada, de los bares cerrados? Total, voy tan colocada que ya me da todo igual. ¿Y si añadiese a todo el cóctel unas cuantas pastillas? Quizá no estaría mal si el proceso fuera placentero. Quedarme adormilada mientras todas esas cosas me hacen efecto, acunada por esa música que tanto me gusta, por el calorcito de la estufa de queroseno, por los recuerdos de momentos buenos, de esa niña de 7 años que cabalgaba a lomos del cuello de su apuesto padrastro... No me extrañaría que fuera, despues de todo, agradable. Y en ese caso no entendería muy bien por que nadie tendría que entristecerse por ello. Aquí yace Sara, que se pegó un pasón de todo y se quedó en la misma gloria, harta como estaba ya, de tanto callejón sin salida.
No habría quejas, ni reclamaciones, sólo un momento feliz, por una vez en la vida. Estaría bien cerrar el círculo, y echar la persiana contemplando los ojos azules de esa niña preciosa que creía en las hadas, para ver como eran desde fuera. Y cabalgar. Y volar. Y soñar. Y dormitar. Y sonreir. Qué sueño tengo.
Gracias, corazón, por enseñarme lo de las canciones. Eres un amor.
Hay una abuelita que vive aquí al lado que dice que la noche está llena de mujeres, de mujeres de esas que fuman...
ResponderEliminarLe voy a enseñar este relato, para despistarla más aún.
jaja, rombo, mi abuela que era una mujer supermoderna para todo (mucho mas que lo es mi madre) curiosamente si decía eso, con cierto desprecio, de "esas mujeres que fuman y todo" :-)
ResponderEliminarYo fumo demasiado
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