Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?
domingo, 12 de junio de 2011
Recuerdos expoliados
Ahora te sientas ahí y vas a escuchar la chapa. Cuando yo era pequeña, tu abuela tenía un monedero pequeñito en el que solía guardar monedas que le sobraban de la compra. Cada vez que yo quería comprarme alguna chuche en el carrito del paseo, le pedía y ella abría el monedero, y me daba una monedita.
El otro día, cuando estábamos en el velatorio, tu tito Carlos vino y me tendió un monedero, lo reconocí inmediatamente. Sara, ¿puedes ir a por tabaco? Aquí hay dinero suelto. Yo le contesté: ¿y ese monedero tan fashion? Era el de mamá, me dijo.
¿Sabes Susana? Fui con el coche hasta el minero para cambiar con tal de no gastar aquellas monedas, tan limpias, tan brillantes, tan de mi mamá que ella llevaba un rato antes de morir... y las guardé como ese tesoro que siempre buscan los piratas de las películas cielo.
¿Por qué no me lo pediste? Yo te lo hubiera dado, como siempre hago. Te has gastado mi tesoro, Susana, eran las monedas de mi mamá.
Susana llora desconsoladamente. Una lágrima densa y salada le atraviesa la mejilla de arriba abajo. Perdóname tita, yo te conseguiré monedas y te las doy... exclama entre sollozos.
¡Pero yo quería esas Susana! Eran mi tesoro, mi recuerdo de mi mamá. No es lo que valgan esas monedas, es lo que valían para mí. Es el dinero que llevaba ella encima cuando la llevamos al hospital, Aun cuando estaba en la residencia, seguía conservando ese monedero, y cada vez que iba a visitarla me decía: Sara hijita, toma una moneda y te compras unas chuches... ella ya no entendía nada, no era capaz de recordar, ni de darse cuenta que yo ya tengo 34 años. Yo le cogía la moneda y luego disimuladamente se la volvía a meter en el monedero. Y siempre tenía las mismas. Tú las has perdido para siempre Susana, y no te regaño por el dinero, ni siquiera por perder algo que tanto valor tenía para mí... te regaño porque tienes que aprender esta lección, saber que las personas mayores tenemos el mando por algo, que cuando decimos que no, siempre hay un motivo. Que no puedes hacer las cosas a lo loco y sin contar conmigo, sin consultar, porque a veces el daño ya no se puede arreglar.
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Ohhh, te ha pasado de verdad? si no, me encanta, y si sí, ya no me encanta tanto...
ResponderEliminarHay que darle la media vuelta a la moneda.
ResponderEliminarIgual es fallo es tuyo porque no las supiste guardar en sitio secreto...
Sí, nene, es de verdad.
ResponderEliminarMónica, la verdad es que tienes toda la razón.
les haces sentir culpables, y sus lágrimas arden en su cara y en tu corazón, pero hay que hacerlo.
ResponderEliminarsiento lo de tus monedas, y no te fustigues, aunque las hubieras guardado bien, probablemente las habría encontrado, cuando se les mete algo en la cabeza, son imparables!
Una pena... lo siento mucho. Piensa que al menos te queda ese monedero para traerte su recuerdo...
ResponderEliminarUn beso