Gracia se ha levantado de buen humor esta mañana. Atrás quedaron los días en que todo se vino abajo, cuando su mundo se derrumbó de la noche a la mañana y tuvo que pasarse un rato recogiendo los pedacitos de su corazón del suelo: los más difíciles de pescar fueron los de debajo del sofá. En aquella época sentía nudos incontrolables en la garganta, y esa sensación indescriptible de estar a punto de vomitar ríos de lágrimas.
En aquel entonces fue cuando supo que pronto sería deshauciada de su casa, de su hogarcito que tantos esfuerzos le costó montar, y entonces sintió que sus fuerzas la habían abandonado, y se lamentaba, y solo acertaba a culpar a aquellos que la faltaban. Luego descubrió que cuando nuestros seres queridos murieron, lo hicieron para que nosotros tomásemos las riendas de nuestra propia vida... y ella las tomó.
Así que hoy su humor es otro. Medita sobre todas estas cosas contemplando el agujero dejado en la encimera por la vitrocerámica que acaba de vender, mientras apura de un mug el último café en esa casa.
En la puerta la esperan dos maletas, un taxi, y una nueva vida.
Que bonito, Sara. Y que frío lo del hueco de la encimera.
ResponderEliminarun abrazo, guapa
Fría es la realidad que están viviendo muchas personas, Charlota. Me parece una alegoría apropiada para reflejar lo crudas que son estas situaciones, que no entienden de lo inconcebible. Bienvenida a mi pequeño mundo, gracias por pasar y comentar. Te leo atentamente en tu blog, que es fabuloso.
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