Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?
miércoles, 26 de octubre de 2011
La mala noticia
Esto no va a resultar fácil. No existe modo, en realidad, de afrontar semejante trance impertérrita.
He de hacerlo, así que más me vale empezar, y por tanto acabar, cuanto antes. Observo a mi tía, con los ojos clavados en mí, mientras mi padre espera ansioso a que abra la boca, y le suelte lo que ya se está imaginando. Rezo para mis adentros y comienzo a hablar:
Adivino que ya te harás una idea de que si hoy estoy aquí a estas horas en un día laborable, es porque te traigo malas noticias. Buenas, no van a ser, desde luego...
Uff, qué difícil, suspiro: Esta mañana mamá tuvo una crisis coronaria severa. No quiero que te atormentes, le pilló durmiendo, un infarto... inmediatamente vinieron los médicos, pero su estado era muy grave y no pudieron hacer nada por reanimarla. Así que he venido corriendo, porque no quería que te fueras a enterar por cualquiera que te pudiera llamar. Me mataría que eso hubiera ocurrido sin tener siquiera la oportunidad de decírtelo yo misma. Arturo se ha encargado de todo y ya hemos gestionado el tema del entierro. Recoges tus cosas y nos vamos, ¿vale?
Isabel, mi tía, nos observa en completo silencio mientras da gracias a Dios por poner fin al terrible ardor de estómago que le ha costado mantener durante dos larguísimas horas a su hermano José ignorante de todo mientras yo quemaba las ruedas de mi coche a toda velocidad para llegar a tiempo de ser la única y exclusiva portadora de la mala noticia. Papá, haciendo gala de una entereza que no piensa perder delante de su hija, se levanta, me pone una mano en el hombro y me dice: me lo imaginaba, era de esperar, hija, y luego se aleja lentamente por el pasillo hacia su habitación, mientras, ya de espaldas a mí y su hermana, deja que las lágrimas empiecen a inundar sus ojos. Invadida por el estado de shock y una extraña euforia, no me doy cuenta, tonta de mí, de que es eso exactamente lo que está ocurriendo, y le observo impasible alejarse por el pasillo. Luego recojo mi bolso, las llaves del coche y el paquete de tabaco, le doy un beso a mi tía Isabel mientras le digo que me voy a traer el coche a la puerta y que ahora subiré a por las maletas.
¡Idiota!, no valgo para dar malas noticias.
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Sara, como siempre, sorprendente.
ResponderEliminarReconozco que esta vez he tenido que leer un par de veces la entrada porque me perdía, pero como siempre, me ha gustado mucho.
Uno nunca sabe cómo dar una mala noticia
Yo nada mas leer la primera frase no quería seguir leyendo...
ResponderEliminarÉchale un ojo a esto nena
ResponderEliminarTres rosas imperiales
Tu post, como siempre, clavadito
Mi Rosalía......eres un crack, Rayajo.
ResponderEliminara ver
ResponderEliminarNadie es bueno para dar malas noticias... Ni siquiera tu.
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