Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

sábado, 26 de febrero de 2011

Obsesiva



Todos me lo dicen, pero yo no les hago caso. No es racional, lo sé, pero estoy tan locamente enamorada de ti que todo me da igual... que seas perjudicial para mí, que esté echando mi vida por la borda. Me prometo mil veces al día que lo voy a dejar, pero al final siempre me cautivas de nuevo.

En la penumbra de mi salón, me dedico a contar las horas, y casi puedo ver a los enanitos que van empujando las agujas del reloj, les observo en silencio, y les animo a continuar, porque pienso que nunca van a llegar a su destino si no lo hago. Me muerdo las uñas de las manos, las uñas de los pies, me muerdo los pies, me muerdo las manos, me arranco padrastros, me arranco las manos, y las cuelgo en el tendedero. Me muero de frío, y luego de calor. Me doy una ducha, salgo, me fumo un pitillo, y luego me como una manzana, y me vuelvo a meter en la ducha. Cualquier cosa por tal de matar el tiempo. Eres peor que el tabaco, no puedo soportar la idea de estar separada de ti.

Creo que esto no es bueno, que no es sano. Estoy completamente obsesionada. Suena el teléfono: lo cojo corriendo. Un puto vendedor de lineas adsl. Le cuelgo de malos modos. ¡Maldita sea!

Por fin apareces, tocas a mi puerta, y te abro, diciendo estupideces sin sentido, como siempre, porque pierdo los papeles, y esbozando la mejor de mis sonrisas con el rimmel mal puesto y quitado, y vuelto a poner 5 veces. Creo que nunca estoy lo suficientemente guapa.

Y allá voy contigo, rumbo a una de tus nuevas y sorprendentes sesiones de fuegos de artificio, que yo sólo sé interpretar como cosas maravillosas y extraordinarias, mientras atrás, en la casa, queda mi perro, con gesto desaprobador, la toalla, tirada en el suelo del baño, emborronada de rimmel y nervios, mis uñas, mis manos tendidas, incapaces de pararnos, ni a tí ni a mí, mientras el puto vendedor de líneas adsl aporrea incansablemente el timbre del teléfono.

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