Bueno que pasa, ¿nadie me va a dar un beso?

lunes, 31 de mayo de 2010

Faithfulness

(No empecéis a leer hasta que entre la batería - daos unos segundos de disfrute)








Hoy tengo el corazón deshecho. He vuelto a verle. Y de nuevo vuelvo a sentirme una mierda. He tratado de mantener el tipo, pero al final he salido corriendo, corriendo, corriendo hasta que el corazón se me iba a escapar por la boca. De qué huía no lo sé. Sólo quería correr. De nuevo me he sentido la tonta de siempre. De nuevo me he sentido una puta barata. De nuevo me he sentido una cobarde.

Ahora lloro en casa, y doy gas al equipo, agitando mis manos en el aire, tratando de cazar las notas, el alma de esta canción. Te maldigo y pego puñetazos a las paredes. Me tiro de los pelos y busco ese maldito frasco. Doy más volumen al equipo para ahogar mi llanto, y sólo consigo aumentar mi desesperación. ¿Cuándo acabará esta tortura?

No os asustéis. Es solo poesía. ¿No queriais saber qué música me gusta? Pues esto, por ejemplo. ¿No deciais que se me da bien fundir música con palabras? Pues esto es lo que pegaba. Besitos a todos

jueves, 27 de mayo de 2010

El cielo en mi salón

Pink Floyd - Shine On You Crazy Diamond (I-V)







La pulsación del botoncito naranja hará más placentera la lectura de este ladrillo.

No sé cómo es posible, pero, sin falta, todos los veintinueves de agosto, me acuerdo de ti, y repito el mismo ritual. Recojo velitas de todos los colores, aromas y utilidades. Es algo que tengo preparado porque me paso el año comprándolas dondequiera que voy. Las dispongo por toda la casa, y creo ese pasillo mágico por el que se iba al lugar donde las preocupaciones no tienen cabida. Por ese mismo que mamá recorrió contigo la noche que os enamorasteis. Te debo que la hicieses feliz, aunque solo fuera por un tiempo, aunque claro, tú no tienes la culpa... pobre.

Saco un mechero de cocina de esos largos con llama, y voy encendiendo pacientemente una a una todas las velas, más de 300. Y conforme avanzo, voy apagando luces. Entonces es cuando la casa adquiere ese aspecto de paraiso terrenal. Es cuando la apariencia de las cosas se transforma, y muchas de las idioteces que compré, y que acumulo en los estantes, coban sentido. Voy al baño y abro los grifos de la bañera, y la lleno de toda clase de potingues que supongo que han de hacer más agradable y placentero el baño. Me desnudo y voy al salón. Es de noche. Todas las ventanas abiertas, pero nadie me ve. Solo la luna, cuando hay, claro. Me acerco al equipo de música, lo enciendo, y le hago tragar el "Wish you were here" de Pink Floyd. Con la mano que no tengo ocupada con el mechero, cojo el mando a distancia del equipo, y le doy volumen. Y mientras la música lo va envolviendo todo, me tumbo en el suelo, que es lo único que está medio frío, y noto el escalofrío recorrer mi espalda. Dura poco. Rápidamente el calor de mi cuerpo contagia a las losas de marmol, estamos en agosto.

Tengo un porro preparado. Lo enciendo con el mechero, y le doy varias caladas. Al lado tengo una botella de "Convento de San Francisco". Me sirvo una copa, tomo un sorbo, cierro los ojos y visualizo.

"Llevate a la niña, Juan. Seguro que lo pasará bien. Te adora, y todo lo que hagas le gustará. Yo no tengo muy buen cuerpo, me duele un poco la cabeza, y no quiero aguarte la fiesta"

¿Estás segura de que no quieres que nos quedemos?

"De verdad, Juan, de verdad. Iros vosotros, amor. Me apetece regar las plantas, ponerme un poco de música y descansar. Venga, que se os hará tarde."

"Venga, vamos, Sara, vente conmigo, vamos a ver esa verbena"

Caminamos por la calle. Todo es luminoso y de colores. El aire hace volar mi pelo, y a mí me gusta. Ay, Juan, Juan, mi querido Juan. Por qué no encontrarías tú a mi madre antes que el cabrón de mi padre. A lo mejor ahora mamá tendría una hija más normal. Nunca quisisteis tener hijos. No se por qué, no sé por quién. O no sé si no dio tiempo. El cáncer de páncreas no da muchas oportunidades, ¿verdad, Juan?

Nos acercamos al escenario. Una orquesta de verbena se dispone a tocar. Algunos piden el éxito de moda, pero la orquesta está tocando a un volumen inusualmente bajo. De repente me miras con los ojos como platos y me dices: ¡Sara! ¡¡Es Pink Floyd!! ¡No me lo puedo creer, están tocando una de pink floyd! Escucha esto. Suena exactamente igual.

Abro los ojos, el porro está casi extinguido. Lo apago y vuelvo a cerrar los ojos. Hemos vuelto a casa, mamá ya está dormida. Ponme esa canción otra vez, Juan. Mientras se escucha de fondo, "You were caught on the crossfire of childhood and stardom, blown on the steel breeze." Juan y yo bailamos abrazados, bueno, yo abrazada a él, y pienso que por fin las cosas están en su sitio. Es mi último recuerdo de esa noche. Con las últimas notas del saxo... "venga morenita, vete y a la cama, que es muy tarde. Yo voy a ver cómo sigue tu madre"

Abro los ojos. Me incorporo. Levanto mi copa, y brindo por ti.

Te echo de menos. Hoy no es veintinueve de agosto. Me he acordado por otra cosa. Aunque igual, sí... ¡qué coño! ¿Dónde están esas malditas velas?

Desde Linares, Andalucía, buenas noches a todos.

sábado, 22 de mayo de 2010

Papelitos de colores

Siempre recuerdo esas fiestas. Tan especiales y tan mágicas, tan felices. Cuando sentía que el día de mi cumpleaños era una fecha especial, que existían cosas que se paralizarían por el solo motivo de que era mi cumpleaños. Para todos los ojos, había de ser evidente que ese era un día especial.

Y recuerdo esos gorritos en forma de cono, los antifaces, las velitas y los paquetitos primorosamente envueltos, todos con su lacito y su "felicidades". Ahora guardo como un tesoro la certeza de los ratos que pasaste haciendo aquellos envoltorios. Pero lo que más especialmente recuerdo, son aquellos papelitos de colores que yo no sabía cómo se llamaban, y que nos cubrían por completo. Qué bien te lo montabas.

Luego nos íbamos a la cocina con el pesado de Joaquín, que era el último al que siempre venía a recoger su madre, y le gastábamos bromas pesadas. Hasta que se lo llevaban. Entonces nos sentábamos frente a frente, con un parchís, Y reíamos, y nos hacíamos muecas.

Lo recuerdo como algo eterno, pero tal vez sea algo que solo ocurrió un año.

Aterriza como puedas

Odio los aeropuertos.

Odio especialmente esa manía que tienen de radiografianrnos a todos, cuando luego se les cuela un terrorista islámico con todo el set de quimicefa repartido por los bolsillos.

Así que el otro día me topé con el típico tío desagradable y cuadriculado. Cuando ya me había hecho quitarme los zapatos y soltar todos los anillos, llaves, etc, aburrida como estaba ya de dar explicaciones: "que le digo, que llevo una ferretería entera en una pierna."

El tipo me miró de arriba abajo, poco convencido, y fue entonces cuando le miré, y mientras empezaba a desabrocharme el vestido le dije: "¿las bragas me las quito también?"

Del resto mejor sólo contaré que perdí el avión.

sábado, 15 de mayo de 2010

Diosa Luna

beatsteaks - she was great








¡Ay, diosa luna! ¿por qué me visitas? Si no lo merezco, tú sabes que no.

Te veo en el cielo, iluminando en interior de mi coche. Piso el acelerador, y avanzo y avanzo, y tú siempre estás ahí, a la misma altura, colándote por la ventanilla, iluminando mis mapas.

Ay diosa luna. Si yo sólo soy una triste mujer, una mujer triste. Entonces, ¿por qué me visitas?

Te veo en los parques, disfrazada de hada, sonriendo a los niños, sentada en la hierba, compartiendo un pic-nic con bocadillos y servilletas de colores. Eres la ilusión, vestida de chica normal.

Ay diosa luna, tú que eres tres, pero sólo eres una.

Te veo en un cuadro, como una pastora, cuidando dos corderitos, sembrando colores vivos, tendiendo tu mano a un guerrero para que éste la bese, arrodillado ante ti.

Ay diosa luna, luz que no alumbra, pero conforta. ¿Por que me sigues? Si yo sólo soy una triste mortal. Y tú... tú eres una diosa.

Para ti. Sí: Para ti. Gracias por leerme.

sábado, 8 de mayo de 2010

El taller de las alas

Son mis alas, las que me llevan de aventura. Las que me transportan allá donde se necesite una palabra, una poesía, una nana, o una caricia. Ya dije que las tenía, Quizá alguno aún no me creía. Pero aquí están. Tengo un pequeño taller con herramientas y un gran espejo, donde las guardo y reparo, después de cada viaje. Las cuido y las mimo, porque no tengo otras. Un día las tuve que remendar, pues se rompieron por mi imprudencia. Pero quedaron perfectas. Otro día las tuve que envolver en mantas, porque me las heló el cierzo. El calor las recompuso, y volvieron a funcionar. Ahora las tengo secando, porque anteayer se me mojaron. Cuando estén listas será el momento de emprender de nuevo el vuelo.

Desde el espejo os veo asomar, diciéndome: Sara, yo también las veo, están ahí, colgadas. Son preciosas. Y yo, sonrío para mis a adentros, y prometo: Pronto saldré de nuevo, a dibujar sombras chinescas sobre vuestros tejados. Lo prometo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Olor a fantasía

De verdad, de verdad, que nunca había tropezado con alguien con una fantasía tan desbordante como la tuya, ni como la mía. Mira que te pegué un buen estacazo con lo del portátil, pero reconozco que ayer cuando lei tu relato sentí, como dice Rombo... Escalofrío!! Porque realmente soy una chica capaz de hacer ese tipo de cosas. Lo corroboro, la cosa es como la ha contado él, chicos. Nos pusimos de acuerdo en un guión básico y adelante.

Esto es muy divertido. Cuenta conmigo cuando quieras. Y como sé que te gusta que te dedique canciones, ahí te dejo una, que sí, que te leo mucho, y que sé que te gusta.


A propósito: ¿Has averiguado ya quién era la chica del restaurante el jueves pasado?

jueves, 6 de mayo de 2010

Olor a cloro

¡Me encantan las piscinas! Me recuerdan cuando era niña, y era capaz de pasarme horas metida en el agua. Me encantan las piscinas y ese delicioso olor a cloro, que es olor a juegos, a diversión, a refrescante chapuzón cuando el calor del verano aprieta.

Me encantan las piscinas, el agua, el cloro, y también me encanta dar sorpresas.

Por eso pienso que a veces, no hay nada como seguir tus impulsos, coger el coche, el bolso, un bañador y una toalla, y pegarse un improvisado bañito.

Ha sido fácil. Como dicen en mi tierra, se tarda menos en hacerlo que en decirlo. Y me sobran 200.

martes, 4 de mayo de 2010

Olor a galletas

Cuando era niña ya estaba aquí. Y siempre que íbamos a la capital, o a cualquier otro lugar, como por ejemplo, la playa, teníamos que pasar por delante, y siempre llegaba por las ventanillas ese olor inconfundible. El olor a galletas. Es la fábrica de cuétara en Jaén. Hoy he estrenado el coche nuevo pasando por delante una vez más, con las ventanillas bien abiertas, y aspirando esa maravilla. Ojalá no se la lleven nunca de aquí.

Olor a vida

Es un olor difícil de describir. Pero hace que me sienta bien. No está en las flores. Ni en el aire. No está en los perfumes de las señoras que me voy cruzando, ni tampoco en el de los tíos buenos. Tampoco está en los tubos de escape de los coches, ni en las cocinas de los bares, que a a estas horas ya frien el pescaíto. Hoy me parece que está en mí, en mi cabeza.

Voy pensando en lo que me iba a perder. Pensando en el milagro. Cuando estaba allí tirada alguien vino y me tendió la mano. Y me dijo: "Tranquila, hemos llamado al 112 y ya mismo te van a sacar de ahí" Recuerdo que contesté: "No me dejes sola por favor". Y ella me dijo: "¿Estás de broma?", y me apretó la mano. Fue la última vez que escuché su voz, excepto por una llamada de teléfono. La escuché hablar. "Tardamos un poco más, hay un accidente en la carretera... no, no, nosotros no, tranquila mamá, pero hay una chica... no me explico cómo está viva... estamos esperando la ambulancia, luego te cuento". Recuerdo mis lágrimas corriendo por mi frente. Me pregunto si me la voy a cruzar algun día por las calles de mi ciudad, y si será de aquí, o de los alrededores, y si reconoceré su voz, si será feliz, o si se pintará las uñas de rojo o de rosa, o si se llamará Rosa, o Pepa, o María del Mar.

Hoy he salido a pasear, y he sonreido por segunda vez. He sentido todas esas cosas que no se sienten cuando estás encerrado entre cuatro paredes. Me he comprado una cámara de fotos y he inmortalizado el momento. Y convencida de enseñar a todos lo más representativo de mi Linares, me he atrevido yo solita, andando, pasito a pasito, hasta las ocho puertas, y allí, mientras apretaba el botoncito, me he sentido, por primera vez en mi vida, la mujer más feliz del mundo.

Y prometo que no voy a desperdiciar esta segunda oportunidad.

Me voy a estrenar el coche, a buscar nuevos olores. Por ahí. A vivir.